Ganes d’anar milloran
l’ecumenisme
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En la 2ª lectura de la Liturgia de la Palabra
de este domino 2º (ciclo A) del TO es Pablo que escribe también recordando la
idea de la necesidad necesaria de la unidad en la diversidad de l@s discípul@s
de Cristo: “Yo, Pablo (…) y Sóstenes,
nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto (…) al pueblo santo
(…) a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo”
(1Cor 1, 1-3).
La preocupació per tots els cristians es va deteriorar més del compte desde
de la reforma de Lutero i dels altres, fins que l’Esperit Sant, per dir-ho
d’alguna manera, va donar un cop de puny a la taula i va dir “¡Ja n’hi ha prou!”. Certament no han
faltat en els segles passats cristians que s’han acurat per viure bé
l’ecumenisme però eren versos solts, a l’marge de la “política oficial” dels
eclesiàstics.
Juan
Pablo II en su primera encíclica programática “El Redentor del hombre”
(Redemptor hominis, RH, 1979) escribía que “el
inolvidable Juan XXIII, con claridad evangélica, planteó el problema de la
unión de los cristianos como simple consecuencia de la voluntad del mismo Jesucristo,
nuestro Maestro (…) A todos aquellos
que por cualquier motivo quisieran disuadir a la Iglesia de la búsqueda de la
unidad universal de los cristianos hay que decirles una vez más: ¿Nos es lícito
no hacerlo?” (RH, 6).
En
noviembre de 2016 Francisco recibió a los participantes de la sesión plenaria
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y
afirmó que esta unidad deseada por Jesús “es
una de mis principales preocupaciones”. Y recordó que “la unidad no es uniformidad (…) no implica ‘marcha atrás’ en virtud del
cual se deba renegar de la propia historia de fe. Y en setiembre de 2018, sobre el tema «Pentecostales,
carismáticos y evangélicos: impacto en el concepto de unidad», pidió superar
la desconfianza y construir vínculos de auténtica fraternidad, porque es deber
«discernir y reconocer la presencia del
Espíritu Santo en dichas comunidades».
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El
ecumenismo que promueve Francisco es muy práctico y tal como quería Juan Pablo II que escribía: "las relaciones entre los cristianos no
tienden sólo al mero conocimiento recíproco, a la oración en común y al diálogo
–se sigue
leyendo en Ut unum sint-. Prevén y exigen
desde ahora cualquier posible colaboración práctica en los diversos ámbitos:
pastoral, cultural, social e incluso en el testimonio del mensaje del Evangelio”.
“Jesús
mateix –segueix dient l’encíclica ecuménica UUS del Papa polac-, abans de la Passió va pregar per “que tots siguin u”. Aquesta unitat está
en el centre mateix de la seva obra. La unitat donada per l’Esperit Sant no consisteix
simplement en el trovar juntes unes persones que se sumen unes a les altres”.
En la Carta ap
preparatoria del Gran Jubileo del 2000, Tertio milenio adveniente (TMA, 1994) dijo que “entre los
pecados que exigen un mayor compromiso de penitencia y de conversión han de
citarse ciertamente aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para
su Pueblo (…) Desgraciadamente, estos pecados del pasado hacen sentir
todavía su peso y permanecen como tentaciones del presente. Es necesario hacer
enmienda, invocando con fuerza el perdón de Cristo” (TMA, 34).
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Silvestre I (†335), el primer
Papa que disfrutó de la libertad concedida en 313 por Constantino, actualizando
el Decreto de su antecesor Galieno del 311, tuvo que enfrentarse con el
sacerdote hereje Arrio, condenado en el concilio de Nicea del 315.
Lucífero (†370), obispo de
Cagliari, se negó a reconocer como legal la integración de los obispos arrianos
convertidos al catolicismo y mantuvo su intransigencia siempre.
Servacio o Gervasio (†384), obispo de Tongres en Maestricht estuvo en el sínodo de Rimini
donde se negó a firmar el credo niceno aunque luego se arrepintió.
Epifanio (†403 con 88 años), obispo de Salamina, padre de la Iglesia, agresivo
y desmesurado; tuvo una intervención importante en la primera controversia
antiorigenista.
Posidio, obispo de
Lombardía, iba de vez en cuando a Hipona para colaborar en la lucha contra el
pelagianismo y allí asistió a la muerte de san Agustín en el 430.
Esteban, obispo de
Antioquia, mártir en el 479, ahogado en el río Orontes por clérigos monofisitas.
Geroncio, obispo de
Ficocle (hoy Cervia en Las Marcas), fue martirizado en el 501 cuando regresaba
de un sínodo en Roma, asesinado por unos partidarios del antiPapa Lorenzo.
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Conrado (†1066 con 50 años), clérigo de Colonia, fue nombrado obispo de Tréveris
sin consultarse al pueblo y al clero lo que produjo un gran altercado y a su
primera aparición en público fue despeñado.
Gregorio VII (†1085
con 65 años), Papa que escribió en enero de 1075 a su amigo san Hugo, abad de
Cluny diciéndole: “Me rodean un inmenso
dolor y una tristeza universal porque
la Iglesia oriental se aparta de la fe; y si miro hacia Occidente, al Mediodía
o al Septentrión, casi no encuentro obispos legítimos por la elección o por la
vida, que gobiernen el pueblo cristiano por amor a Cristo. Lo hacen por
ambición mundana”.
Etc.,
etc., etc.
pues pueden listarse casos concretos hasta 2020.
El mismo Jesucristo manifestó en el
Cenáculo que la unidad de sus discípulos es condición sine qua non para que el mundo crea (cf Jn 17, 21). El mundo no
deja de creer porque ellos y ellas sean mal@s.
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