sábado, 22 de diciembre de 2018

LECCIONES DE NAVIDAD

Aprender con María



Belén del Antiguo Testamento era una aldea
En la Liturgia de la Palabra de este 4º domingo de Adviento, del ciclo C, se oye decir al profeta Miqueas: “Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño” (Miq 5, 1-4). O sea que la cosa viene de lejos.

Miqueas fue profeta de Israel contemporáneo de Isaías aunque menos implicado en los asuntos de gobierno, empezó su ministerio en el 727 aC, unos años antes de la caída de Samaria a manos de los asirios. Nacido a 35 km al sudoeste de Jerusalén, en la Sefelá, región costera que en hebreo quiere decir “valle”, territorio fértil rico en olivares y trigales, a diferencia de la estéril zona de Jerusalén.

El libro de Miqueas cita Belén como lugar del nacimiento de Jesús y lo de los enemigos del hombre en su propia casa. Predica el sentido del pecado perdido por el pueblo de Dios y denuncia la falsa seguridad del pueblo y de los gobernantes puesta en compatibilizar una vida de pecado con actos externos de culto a Dios. Sigue estando así el panorama mundial.

Esa actitud de doble vida viviendo una vida de pecado pero aparentando santidad o religiosidad la denunció Pío XII a mitad del s XX y también se repetía en el pueblo judío y entre los primeros cristianos, por eso la carta a los hebreos dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste (…) los holocaustos y sacrificios por el pecado no te han agradado (…) no quisiste ni te agradaron sacrificios y ofrendas ni holocaustos y víctimas expiatorias por el pecado” (Heb 10, 5-9).

Entre los humanos tod@s, hemos de estar vigilantes, rectificando, examinándonos, corrigiéndonos. Un reproche que se oía en mi adolescencia era la de algún@s que clamaban «tanto ir a Misa ¿para qué?» ya que la conducta de algún@s adult@s dejaba que desear.

En el Evangelio sale el relato de la visitación de María a su parienta Isabel (Lc 1, 39-45). Sabe que esa parienta ha concebido en su vejez y ya está de seis meses la que llamaban estéril. María acude deprisa a servirla pues no tiene hij@s que le ayuden en esas circunstancias y su marido Zacarías es también de su edad y tendrá poca o ninguna experiencia. María durante tres meses permanecerá en casa de Isabel y Zacarías.

María se pone en camino con prisa después de que en su casa en Nazaret ha sido avisada por el ángel de su concepción y del embarazo de su anciana parienta Isabel.

San Bernardo consideraba ese momento de la anunciación en que el ángel, de parte de Dios, pide a María su colaboración libre al plan divino y la encarnación del Hijo de Dios, el Redentor del hombre. Y comenta Bernardo: “Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia”. Y como se reza en el ángelus, María contestó: “Hágase en mí según tu palabra”.

Pero las cosas de Dios son para toda la humanidad y también, de alguna manera, cada hombre y cada mujer tiene que dar una respuesta semejante a la de María sino quiere defraudar a Dios y a los demás seres humanos. Ante esta realidad existencial de cualquiera, también ahora María es quien espera nuestro “¡sí quiero!”.

Nos podemos aplicar lo que Bernardo piensa de María en ese momento histórico de la humanidad entera: “¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe (…) En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras”.

María se deja llevar por el Espíritu Santo que no solamente hace que conciba al Verbo sino que actúa para que todas sus acciones diarias sean “perfectas”. También Isabel se llenó de él mientras saludaba a María, y su hijo Juan daba saltos en su vientre y así pudo proclamar esa aseveración que siguen repitiendo millones de hombres y mujeres a lo largo de los siglos: ¡Bendita tú entre las mujeres. De dónde que venga a visitarme la madre de Dios (cf Lc 1, 39-43). ¡Qué importante es saber dejarse “llevar” por el Espíritu Santo!

Cantalamessa predica ante Francisco y otros
Predicaba una vez fray Cantalamessa (jueves 13-XII-2012) ante Juan Pablo II y demás presentes en la capilla vaticana Redemptoris Mater que "la insuficiente atención al papel del Espíritu Santo explica muchas de las dificultades que se han creado en la recepción del Concilio Vaticano II".

La necesidad cumplir con el que la Iglesia está semper reformanda, es una tarea imposible y siempre pendiente. Hay, desde luego, reformas más importantes que no pueden imponerse por decreto, sino que el Espíritu las va suscitando en el pueblo de Dios: las órdenes religiosas nunca fueron fundadas ni concebidas por Roma. El ecumenismo es obra del Espíritu Santo. Hay reformas concretas y factibles señaladas en los textos conciliares. El Concilio Vaticano II no fue un episodio ni un paréntesis. Y así manifestaba fray Cantalamessa esas consideraciones que le salían del corazón y las habría meditado en repetidas ocasiones.

Echando una ojeada por la historia, que tanto enseña, se comprueba por ejemplo que la reforma gregoriana del siglo XI no fue definitiva. Y toda la Edad Media soportó las lacras de la simonía y la corrupción moral de la curia romana, contra la cual casi en cada siglo se iban elevando voces de sant@s y movimientos reformadores que, a veces, conseguían un triunfo momentáneo. La reforma tridentina llegó probablemente tarde y no fue completa, pues Roma se reformó totalmente de lo que significaba Alejandro VI, pero no de lo de Julio II y León X.

Jesús nacerá en un establo de Belén y los magos llegarán a la casa pero no a un palacio. En Nazaret vivió en una casa y luego con los discípulos nunca un edificio noble palaciego y eso que eran muchos de los que podía haber “disfrutado”. Los fieles que decían que los Estados pontificios no eran voluntad de Cristo fueron tachados de “Judas”. La Iglesia romana (el Vaticano) está sumida en una atmósfera de protocolos, politiqueos, costos desmedidos, guardaespaldas, faustos y otras mil pinceladas de todo aquello que el lenguaje ascético tradicional llamaba "vanidades," y que Jesús recomendaba evitar, con el lenguaje de su tiempo (Lc 10, 4ss). Gregorio I Magno decía: "se puede dudar si el obispo de Roma hace el oficio de pastor o de príncipe temporal" y lo mismo tiene que seguir repitiendo ahora Francisco, al cabo de tantos siglos, actualizando el “semper reformanda” que se ha de vivir siempre por fidelidad a Jesús. En su encíclica Evangelii gaudium y en otras muchas ocasiones está pidiendo llevar a cabo las reformas estructurales (cf EvG, 26 y 27) en la Liturgia, en los sacramentos, en la pastoral, en la concepción del pueblo de Dios y el papel de los laicos y de la mujer y tantas cosas más aunque no todas de golpe.

Con Francisco miramos a María que sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos (…) Con María avanzamos confiados (EvG, 288). Ella iba camino de Belén; nosotros vamos camino de otro Belén: el cielo que Dios nos tiene preparado.

Bergoglio, en las palabras después del ángelus del domingo anterior, día 16, 3º de Adviento, ciclo C, recordó las palabras que de parte de Dios el ángel dijo a María y destacó cómo "hoy el mismo anuncio está dirigido a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio para que se haga carne, vida concreta y también a cada uno de nosotros".

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