Dios
no es católico
Cada
16 de diciembre el santoral celebra la memoria de Ageo, profeta
de Israel, uno de los israelitas que regresaron del cautiverio en
Babilonia por Decreto del rey persa Ciro
en 539 aC que les autorizó a regresar y a reconstruir el templo arrasado.
Ciro es tolerante y está movido por Dios, por eso se entiende y se agradece al
Papa Francisco que dijera que “Dios no es
católico” recordando lo que el Concilio
Vaticano II dice que “el Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre" (GS 22). "Con todo
hombre", no sólo con los católicos, no sólo con los cristianos. Dios
es padre de todos los hombres, no de unos cuantos, muchos o pocos.
A
esta idea plena y total, sin recortes, ya Juan Pablo II le dedicó no pocas homilías
y páginas de sus muchísimos escritos pastorales. Ya en su primera Encíclica “El
Redentor del hombre” escribía que “en Él
(Jesucristo) se ha revelado la verdad
fundamental sobre la creación. En Jesucristo, el mundo visible, creado por Dios
para el hombre, adquiere nuevamente su vínculo original (…)
A este hombre en su continua inclinación
al pecado y a la vez en su continua aspiración a la verdad, al bien, a la
belleza, a la justicia, al amor: a este hombre tenía ante sus ojos el Concilio
Vaticano II. Este hombre es el camino de la Iglesia porque el hombre, todo
hombre sin excepción alguna, ha sido redimido por Cristo.
(…) Todo
hombre está penetrado por aquel soplo de vida que proviene de Cristo. Esta
unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio del que nace el
“hombre nuevo” llamado a participar en la vida de Dios, vida prometida y dada a
cada hombre por el Padre en Jesucristo, Hijo eterno y unigénito, encarnado y
nacido de la Virgen María y que es el final del cumplimiento de la vocación del
hombre”.
La
dimensión universal la proclama el salmista rezando que “del Señor es la tierra (…) y todos sus habitantes (salmo 23). Cuando
nace el Mesías en Belén, los ángeles que se aparecen a los pastores que están por
los alrededores velando el ganado, cantan “gloria
a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Se
entiende sin recortar que es la paz para todos y no solamente para unos
cuantos. Ese es el proyecto que Dios revela.
La
conducta del rey persa Ciro enseña que, si se quiere, se puede vivir en paz,
con una «alianza de civilizaciones» como se llama ahora debido –entre otras razones- a la experiencia histórica de la Europa cristiana medieval y moderna. Un continente encharcado de sangre humana como estuvo el suelo del Gólgota al pie de la cruz.
La
«Alianza de civilizaciones» es un programa de la ONU adoptado en abril de 2007
cuando el Secretario General era Ban-ki-moon. La idea fue una propuesta del
exPresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, en la
59º Asamblea General de la ONU. Se pretende buscar la alianza entre Occidente y
el mundo islámico para –fuera del ámbito militar- poner fin al terrorismo
internacional incentivado en los últimos años. En 2009 la iniciativa de la ONU
fue respaldada y aprobada por 96 países y se constituyó el “Grupo de Amigos de la Alianza de
Civilizaciones”, formado por 89 países y casi 20 organizaciones
internacionales.
Pero la primera vez que se propuso
la idea fue anterior, en 1998, por Mohammad
Jatamí, Presidente de Irán, quien ponía la idea de “alianza” en contraposición
a la teoría del «Choque de civilizaciones» de Samuel P.
Huntington publicada en 1993.
Con
cierta regularidad se van realizando Foros de la Alianza, así el primero en
2008 en Madrid y en 2016 el VII Foro que tuvo lugar en Azerbaiyán bajo el lema “Vivir
juntos en sociedades inclusivas: un desafío y una meta”.
En
ciertos ámbitos, el proyecto de la «Alianza
de Civilizaciones» ha
recibido críticas por parte de diversas organizaciones y personalidades. Entre
otros, Henry Kamen
(n. 1936), historiador británico residente en Barcelona y profesor en distintas
universidades de España, Gran Bretaña y Estados Unidos, miembro del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, quien
afirmaba que la «Alianza
de Civilizaciones» era
inútil o incluso una farsa puesto que una alianza necesita compartir una serie
de conceptos en común, algo que, en su opinión, no sucede entre los
occidentales liberales y el mundo islámico.
Ciertamente la historia universal enseña que nunca jamás se ha tenido tal
ideal de alianza alguna, sino todo lo contrario y negarlo es mentir. Lo normal ha sido invadir,
imponer por las armas, llenando las páginas de la historia de invasiones,
genocidios y masacres de unos pueblos contra los otros aunque, como hay luces y
sombras, siempre de ello también ha surgido un cierto beneficio, un trasiego cultural y
científico.
En
cuanto el planeta Tierra se ha convertido en la aldea global debido a los
logros técnico-científicos de internet, telefonía móvil, televisión, etc., la
propuesta habitual es llamar la atención sobre esta idea hoy necesaria aunque
nunca jamás se había dado en la historia de la humanidad alianza alguna para la paz desde Adán y Eva. Con
ella se promueve conocer, querer y respetar la realidad multicultural de
cada actual lugar geográfico.
Juan
XXIII en su Enc.”La paz en la tierra” (Pacem
in terris, PT, 1963) dejaba por escrito que la paz en la tierra “es la suprema aspiración de toda la humanidad
a través de la historia” (PT, 1). “Resulta
(…) sorprendente (…) el desorden que reina entre los individuos y entre los
pueblos. Parece como si las relaciones que entre ellos existen no pudieran
regirse más que por la fuerza” (PT, 4).
Juan
Pablo II en Redemptor hominis
escribió que “la vida de Cristo habla al
mismo tiempo a tantos hombres que no están en condiciones aún de repetir como
Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios vivo”. La Iglesia vive su
misterio y busca continuamente los caminos para acercar este Misterio de su
Maestro y Señor al género humano, a los pueblos, a las naciones, a las
generaciones que se van sucediendo”.
(…)
“La amplitud del fenómeno pone en tela de
juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y
comerciales que rigen la Economía mundial. Nos encontramos ante un drama que no
puede dejarnos indiferentes: el sujeto que sufre los daños y las injurias es
siempre el hombre. Drama exacerbado aún más por grupos privilegiados y países
ricos que acumulan de manera excesiva los bienes cuya riqueza se convierte de
modo abusivo en causa de diversos males”.
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