martes, 17 de diciembre de 2019

ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Dios no es católico



Cada 16 de diciembre el santoral celebra la memoria de Ageo, profeta de Israel, uno de los israelitas que regresaron del cautiverio en Babilonia por Decreto del rey persa Ciro en 539 aC que les autorizó a regresar y a reconstruir el templo arrasado. Ciro es tolerante y está movido por Dios, por eso se entiende y se agradece al Papa Francisco que dijera que “Dios no es católico” recordando lo que el Concilio Vaticano II dice que “el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (GS 22). "Con todo hombre", no sólo con los católicos, no sólo con los cristianos. Dios es padre de todos los hombres, no de unos cuantos, muchos o pocos.

A esta idea plena y total, sin recortes, ya Juan Pablo II le dedicó no pocas homilías y páginas de sus muchísimos escritos pastorales. Ya en su primera Encíclica “El Redentor del hombre” escribía que “en Él (Jesucristo) se ha revelado la verdad fundamental sobre la creación. En Jesucristo, el mundo visible, creado por Dios para el hombre, adquiere nuevamente su vínculo original (…) A este hombre en su continua inclinación al pecado y a la vez en su continua aspiración a la verdad, al bien, a la belleza, a la justicia, al amor: a este hombre tenía ante sus ojos el Concilio Vaticano II. Este hombre es el camino de la Iglesia porque el hombre, todo hombre sin excepción alguna, ha sido redimido por Cristo.

(…) Todo hombre está penetrado por aquel soplo de vida que proviene de Cristo. Esta unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio del que nace el “hombre nuevo” llamado a participar en la vida de Dios, vida prometida y dada a cada hombre por el Padre en Jesucristo, Hijo eterno y unigénito, encarnado y nacido de la Virgen María y que es el final del cumplimiento de la vocación del hombre”.

La dimensión universal la proclama el salmista rezando que “del Señor es la tierra (…) y todos sus habitantes (salmo 23). Cuando nace el Mesías en Belén, los ángeles que se aparecen a los pastores que están por los alrededores velando el ganado, cantan “gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Se entiende sin recortar que es la paz para todos y no solamente para unos cuantos. Ese es el proyecto que Dios revela.

La conducta del rey persa Ciro enseña que, si se quiere, se puede vivir en paz, con una «alianza de civilizaciones» como se llama ahora debido –entre otras razones- a la experiencia histórica de la Europa cristiana medieval y moderna. Un continente encharcado de sangre humana como estuvo el suelo del Gólgota al pie de la cruz.

La «Alianza de civilizaciones» es un programa de la ONU adoptado en abril de 2007 cuando el Secretario General era Ban-ki-moon. La idea fue una propuesta del exPresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, en la 59º Asamblea General de la ONU. Se pretende buscar la alianza entre Occidente y el mundo islámico para –fuera del ámbito militar- poner fin al terrorismo internacional incentivado en los últimos años. En 2009 la iniciativa de la ONU fue respaldada y aprobada por 96 países y se constituyó el “Grupo de Amigos de la Alianza de Civilizaciones”, formado por 89 países y casi 20 organizaciones internacionales.

Pero la primera vez que se propuso la idea fue anterior, en 1998, por Mohammad Jatamí, Presidente de Irán, quien ponía la idea de “alianza” en contraposición a la teoría del «Choque de civilizaciones» de Samuel P. Huntington publicada en 1993.

Con cierta regularidad se van realizando Foros de la Alianza, así el primero en 2008 en Madrid y en 2016 el VII Foro que tuvo lugar en Azerbaiyán bajo el lema “Vivir juntos en sociedades inclusivas: un desafío y una meta”.

En ciertos ámbitos, el proyecto de la «Alianza de Civilizaciones» ha recibido críticas por parte de diversas organizaciones y personalidades. Entre otros, Henry Kamen (n. 1936), historiador británico residente en Barcelona y profesor en distintas universidades de España, Gran Bretaña y Estados Unidos, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quien afirmaba que la «Alianza de Civilizaciones» era inútil o incluso una farsa puesto que una alianza necesita compartir una serie de conceptos en común, algo que, en su opinión, no sucede entre los occidentales liberales y el mundo islámico.

Ciertamente la historia universal enseña que nunca jamás se ha tenido tal ideal de alianza alguna, sino todo lo contrario y negarlo es mentir. Lo normal ha sido invadir, imponer por las armas, llenando las páginas de la historia de invasiones, genocidios y masacres de unos pueblos contra los otros aunque, como hay luces y sombras, siempre de ello también ha surgido un cierto beneficio, un trasiego cultural y científico.

En cuanto el planeta Tierra se ha convertido en la aldea global debido a los logros técnico-científicos de internet, telefonía móvil, televisión, etc., la propuesta habitual es llamar la atención sobre esta idea hoy necesaria aunque nunca jamás se había dado en la historia de la humanidad alianza alguna para la paz desde Adán y Eva. Con ella se promueve conocer, querer y respetar la realidad multicultural de cada actual lugar geográfico.

Juan XXIII en su Enc.”La paz en la tierra” (Pacem in terris, PT, 1963) dejaba por escrito que la paz en la tierra “es la suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia” (PT, 1). “Resulta (…) sorprendente (…) el desorden que reina entre los individuos y entre los pueblos. Parece como si las relaciones que entre ellos existen no pudieran regirse más que por la fuerza” (PT, 4).

Juan Pablo II en Redemptor hominis escribió que “la vida de Cristo habla al mismo tiempo a tantos hombres que no están en condiciones aún de repetir como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. La Iglesia vive su misterio y busca continuamente los caminos para acercar este Misterio de su Maestro y Señor al género humano, a los pueblos, a las naciones, a las generaciones que se van sucediendo”.

(…) “La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que rigen la Economía mundial. Nos encontramos ante un drama que no puede dejarnos indiferentes: el sujeto que sufre los daños y las injurias es siempre el hombre. Drama exacerbado aún más por grupos privilegiados y países ricos que acumulan de manera excesiva los bienes cuya riqueza se convierte de modo abusivo en causa de diversos males”.

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