La Virgen de la Espera o de la Expectación
del parto
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José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret,
ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta y de nueve meses. Por eso
estando allí le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo
envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para
ellos en el aposento (cf Lc, 2, 1-7).
¿Qué pensaría María durante esos nueve meses sabiendo el origen y
la naturaleza del niño que llevaba en sus entrañas? ¿No engordaría su tensión
durante el viaje a Belén, sabiendo que se cumplían los días?
Sobre el nacimiento de Jesús, sólo hay el relato brevísimo de
Mateo (1, 18 y 2, 1) y algo más extenso de Lucas (2, 1-20). Los martirologios
romanos antiguos decían: “en el año 5199 de la creación del mundo; después del
diluvio, el año 2957… desde que David fue ungido, el 1032… y en el 42 del
reinado de César Augusto, … en la sexta edad del mundo, Jesucristo … nació en
Belén de Judá, de la Virgen María y se hizo hombre para nuestra salvación”. La
última edición renovada con Juan Pablo II, del 2002, dice: “muchos siglos
después de la creación del mundo, siglos después de Abraham…”, o sea que no
concreta tanto las fechas pues es evidente que no hay seguridad cierta.
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No es fácil seguir la pista del
origen de la Navidad pero, al parecer, sus raíces pueden remontarse a la
adoración del dios Mitra, divinidad persa del sol. Se dice que Mitra nació en
una cueva donde los pastores vinieron a rendirle culto asegurando que Mitra era
el hijo de dios. El cumpleaños de Mitra se llevaba a cabo cada año el 25
diciembre y se creía además que fue asesinado por otro dios, el de la
oscuridad, para finalmente levantarse de entre los muertos.
La resurrección de Mitra se
conmemoraba anualmente al inicio de la primavera y para celebrar la festividad,
un buey o cordero de color blanco era sacrificado colocándose encima de una
rejilla metálica. La rejilla tenía el fin de permitir que la sangre derramada
por el animal, escurriera hacia abajo donde los nuevos convertidos eran
"bautizados", uniéndose eventualmente a Mitra en eterna guerra contra
la maldad.
Los discípulos del dios Mitra
ingerían entonces pan y vino en una cena de comunión en masa. Un ritual pagano
casi quinientos años antes de nacer Jesús.
Este culto pagano se convirtió en
un importante competidor del cristianismo en el tercer y cuarto siglo de la Era
Común. Los romanos participaban ansiosamente de la celebración a Mitra
dedicando un día exclusivo de la semana a la consagración del Día del Sol
(Sunday en inglés).
El papa Fabián (236-250) decidió
terminar con tanta especulación sobre el tema y calificó de sacrílegos a
quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento de Cristo. La Iglesia
Católica de Armenia fijó su nacimiento el 6 de enero, mientras que otras
iglesias orientales, egipcias, griegas y etíopes, propusieron el 8 de enero.
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“Cuando celebramos la Eucaristía .dijo en una Navidad su Beatitud Michel Sabbah, patriarca latino de Jerusalén- nos encontramos en Belén, en la «casa
del pan». Cristo se nos da, y así
nos da su paz. Nos la da para que (...) la comuniquemos a los demás; para que seamos artífices de paz y
contribuyamos así a la paz en el mundo”.
Juan Pablo II dejó escrito que la
Iglesia reconstruye con la máxima devoción todo detalle particular de la vida
de Cristo que habla a tantos hombres que hoy todavía no están en condiciones de
repetir como Pedro: Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo (cf Redemptor hominis, 7).
La Iglesia, en los primeros
siglos de cristianismo, logró ser reconocida y aceptada en todo el mundo gentil
de entonces. Se dice que en los dos primeros siglos pudieran ser un millón los
cristianos y mientras acomodaba a la gran afluencia de creyentes gentiles,
comenzó a introducirse en su praxis innumerables costumbres y ritos de origen
pagano. La Iglesia trataba de hacer cristianas estas costumbres, o sea quitarles lo erróneo y añadir lo que podía faltar para ser
moralmente bueno. Es así como al parecer, la Iglesia adoptó el 25 diciembre pagano
para asignar una fecha al nacimiento de Jesús. No fue difícil: solamente se tuvieron que
cambiar los nombres de los protagonistas.
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Oseas y su esposa |
La Iglesia, durante las
persecuciones del inicio, se mantuvo inmaculada, pero cuando se identificó y se
amoldó a las costumbres mundanas se convirtió en una ramera, plagiando el
comentario bíblico aplicado al antiguo pueblo de Dios, el pueblo de Israel. “Pero vosotros venid acá, hijos de hechicera, raza adúltera que te
prostituyes” (Is 57, 3). Oseas es
el profeta de Israel (750
aC) que echó en cara al pueblo sus infidelidades con Dios. Casado con una
prostituta, pero por orden de Dios la perdonó y la volvió a aceptar en su casa,
y Dios le dijo: así me sucede con esta nación: no hacen sino ser infieles conmigo, pero
les perdono y quiero seguir siendo su amigo siempre.
Quizá no nos imaginamos la clase
de persecución que tuvo que sufrir y soportar la primera Iglesia pero no
debemos adecuarnos al mundo para evitar la persecución que de seguro no puede
faltar. No debemos ser mundanos y aparentar ser normales, como los demás pero
lo normal es estar errado y todos necesitamos redención, sino ¿para qué se
encarnó el Verbo?
Fray Cantalamessa, predicando en
el Vaticano (Adviento de 2008), consideraba: uno de los pastores era tan pobre que iba con las manos vacías. María
estaba apurada porque tenía al Niño en sus brazos y no podía saludar y recoger
los dones de los otros pastores, así que le pidió al pobrecillo que sostuviera
ese rato al Niño en sus brazos vacíos.
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