Viure la veritat de l’Evangeli
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Además cada 25 de enero se celebra la
conversión de Saulo de Tarso camino de Damasco y el final del octavario de
oración por la unidad de los cristianos. De ese velar por la unidad era un
ejemplo evidente de san Pablo por ser una consecuencia clara y directa de amar
la Iglesia, término en singular que quiere definir un ente moral universal que
abarca a todas las iglesias locales o particulares que son la real encarnación
del Cuerpo místico de Cristo, de la real existencia de los discípulos de Cristo
en sus respectivas comunidades.
Muchas veces Pablo escribe sus cartas
pastorales recordando esa actitud suya de amor por todas las iglesias (2Cor 11, 28). ¿En qué
habéis sido inferiores a las otras iglesias (2Cor 12, 13). También en 1Cor 4, 17; 7,
17; 11, 16; 14, 33; etc.
Amar la Iglesia es amar a Dios, amar a Cristo,
amar a María. “No puede tener a Dios por
Padre quien no tiene a la Iglesia por madre” predicaba san Cipriano, obispo de Cartago,
mártir en
el 258 con 58 años. Como quiero a mi madre María, a mi padre Dios
y a mi hermano Cristo, cuando alguno de ellos está pachucho/a, o anciano/a, con
limitaciones propias de la edad, no me engaño ni la/le engaño diciendo que está
como una rosa sino que la llevo al médico para intentar curarla/o.
Per aixó una de les actituts a recuperar per
ser fidels a l’Evangeli, la proposava Joan Pau II rdemant a l’Esglesia “alliberar-se de tot suport purament humà”, pel que resulta important
aprofitar l’ocasió que brinda la vida social i tenint en compte que l’Esglesia
no es només el Vaticá, tingut per un Estat que fa acords polítics amb els demés
estats del mon.
El Papa polaco
también enseñaba que “es justo que la
Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Maestro, que era humilde de corazón (Mt
1,29), esté fundada así mismo en la humildad, que tenga el sentido crítico
respecto a todo lo que constituye su carácter y su actividad humana, que sea
siempre muy exigente consigo misma” (Redemptor hominis, 4). Añadía que ”la Iglesia, como
sociedad humana, puede sin duda ser examinada según las categorías de las que
se sirven las ciencias sociales, aunque estas categorías son insuficientes
porque no se trata sólo de una “pertenencia social” sino que es para cada uno y
para todos, una concreta «vocación», una llamada
particular” (cf Redemptor hominis, 21).
San Cayetano, el fundador de los “teatinos”,
afirmaba que la Iglesia «en sí misma sin
mancha ni arruga pero prostituida en sus ministros, necesita de clérigos que hagan
la virtud atractiva y aborrecibles los vicios». El amor a la Iglesia no impide oír a Cristo
decirle a Pedro: ¡vade retro, Satana! Y los evangelios traen más reproches.
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En 1950 Pío XII proclamaba que la opinión
pública es patrimonio de cualquier sociedad, que “donde no aparezca ninguna manifestación de opinión pública… habrá que
ver en ello un fracaso, una debilidad, una enfermedad social”. Añadió que “se aplica también a la Iglesia (…) y si la Iglesia careciera de opinión
pública faltaría algo de su vida; y la culpa de este defecto recaería tanto en
los pastores como sobre los fieles”.
Juan Pablo II, para ayudar a mejorar el amor a
la Iglesia, recordaba lo importante que es re-caer en la cuenta y procurar no
olvidar la dimensión mariana de la Iglesia que está por encima de la petrina
(cf Mulieris dignitatem, 27) ya que 1º es la comunidad de discípulos y luego
viene el clero que “solo” es necesario para servirles. El clericalismo es un cáncer
en la Iglesia y hay que eliminarlo para recuperar el verdadero amor a la
verdadera Iglesia, amando el sacerdocio real de cada fiel batizad@ laic@ y
ponerlo en práctica con todas sus consecuencias las 24 horas del día, sin recortes.
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Estimar l’Esglesia no és estimar els edificis,
temples, capelles, ermites ni als capellans per l’únic fet de ser-ho però sí
que és tenir cura de la neteja i l’ordre material, el to humà en el vestir i en
el parlar, l’elegància de la senzillesa, etc. Estimar l’Esglesia és servir-la
sense servir-se’n d’ella dons el mateix Crist va ensenyar que “no he
vingut a ser servit, sinó a servir”.
Por eso amar la Iglesia y servirla es ayudarla en sus necesidades,
también las materiales y que se ha de concretar no tanto por lo que se echa en
la colecta de la Misa –que es para los pobres- sino por la posible aportación
económica con un talón o una transferencia incluso anónimas para los sueldos
parroquiales, alquileres de locales, facturas de luz, agua y gas, etc.
Amar la Iglesia es ayudar en la parroquia que
es la casa de Dios y no la casa del cura. Es la casa del pueblo de Dios que
tiene suficientes brazos para las tareas laicales de la Liturgia, de la
caridad, de la visita de l@s enferm@s, las catequesis, etc.
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Amar la Iglesia es amar la pluralidad de carismas, tareas, ministerios: es amar a l@s religios@s y a los curas sin despreciar o considerar de segunda división a l@s laic@s, así que se trata de buscar vocaciones para todo, también para el matrimonio. Juan Pablo II en la Carta ap. Tertio millenio adveniente escribía que “será tarea de la Sede Apostólica, con vista al año 2000, actualizar los martirologios de la Iglesia universal, prestando gran atención a la santidad de quienes también en nuestro tiempo (…) han realizado su vocación cristiana en el Matrimonio: convencidos como estamos de que no faltan frutos de santidad en tal estado” (TMA, 37).
Estimar
l’Esglesia és difondre els seus ensenyaments però donant raons de l’esperança
cristiana, ajudant a pensar i a discernir, a ser dones i homes de criteri,
madurs i responsables. En una recién homilía, el papa Francesc ha recordat que
l’Esglesia no imposa, proposa.
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