miércoles, 22 de enero de 2020

ESTIMAR L’ESGLESIA

Viure la veritat de l’Evangeli



Cada 22 de gener és l’aniversari de la creació de la Guardia Suïssa pel guerrer papa Juli II amb un contingent de 150 homes arribats a Roma el 21 de gener de 1506. El 6 de maig de 2005, quan Benet XVI va pendre el jurament als nous guàrdies, va ressaltar davant els reclutes dels ideals que inspiren aquets cos militar, entre ells “el profund amor per l’Esglesia”. Aquest amor a l’Esglesia, és clar, ha de ser real en cada batetjat i no només en aquest cos militar vaticà.

Además cada 25 de enero se celebra la conversión de Saulo de Tarso camino de Damasco y el final del octavario de oración por la unidad de los cristianos. De ese velar por la unidad era un ejemplo evidente de san Pablo por ser una consecuencia clara y directa de amar la Iglesia, término en singular que quiere definir un ente moral universal que abarca a todas las iglesias locales o particulares que son la real encarnación del Cuerpo místico de Cristo, de la real existencia de los discípulos de Cristo en sus respectivas comunidades.

Muchas veces Pablo escribe sus cartas pastorales recordando esa actitud suya de amor por todas las iglesias (2Cor 11, 28). ¿En qué habéis sido inferiores a las otras iglesias (2Cor 12, 13). También en 1Cor 4, 17; 7, 17; 11, 16; 14, 33; etc.

Amar la Iglesia es amar a Dios, amar a Cristo, amar a María. “No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre” predicaba san Cipriano, obispo de Cartago, mártir en el 258 con 58 años. Como quiero a mi madre María, a mi padre Dios y a mi hermano Cristo, cuando alguno de ellos está pachucho/a, o anciano/a, con limitaciones propias de la edad, no me engaño ni la/le engaño diciendo que está como una rosa sino que la llevo al médico para intentar curarla/o.

Per aixó una de les actituts a recuperar per ser fidels a l’Evangeli, la proposava Joan Pau II rdemant a l’Esglesia “alliberar-se de tot suport purament humà”, pel que resulta important aprofitar l’ocasió que brinda la vida social i tenint en compte que l’Esglesia no es només el Vaticá, tingut per un Estat que fa acords polítics amb els demés estats del mon.

El Papa polaco también enseñaba que “es justo que la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Maestro, que era humilde de corazón (Mt 1,29), esté fundada así mismo en la humildad, que tenga el sentido crítico respecto a todo lo que constituye su carácter y su actividad humana, que sea siempre muy exigente consigo misma” (Redemptor hominis, 4). Añadía que ”la Iglesia, como sociedad humana, puede sin duda ser examinada según las categorías de las que se sirven las ciencias sociales, aunque estas categorías son insuficientes porque no se trata sólo de una “pertenencia social” sino que es para cada uno y para todos, una concreta «vocación», una llamada particular” (cf Redemptor hominis, 21).

San Cayetano, el fundador de los “teatinos”, afirmaba que la Iglesia «en sí misma sin mancha ni arruga pero prostituida en sus ministros, necesita de clérigos que hagan la virtud atractiva y aborrecibles los vicios». El amor a la Iglesia no impide oír a Cristo decirle a Pedro: ¡vade retro, Satana! Y los evangelios traen más reproches.

Joseph Ratzinger, quan en el seu dia era bisbe de München, en 1960 comentava en una homilía que “¿és en absolut signe de millors temps que els teòlegs d’avui no s’atreveixen ja a parlar…? ¿O és més aviat signe d’un minvat amor …, un amor que s’ha fet rom i no s’atreveix ja a abraçar el sofriment per l’estimada i a causa d’ella”?

En 1950 Pío XII proclamaba que la opinión pública es patrimonio de cualquier sociedad, que “donde no aparezca ninguna manifestación de opinión pública… habrá que ver en ello un fracaso, una debilidad, una enfermedad social”. Añadió que “se aplica también a la Iglesia (…) y si la Iglesia careciera de opinión pública faltaría algo de su vida; y la culpa de este defecto recaería tanto en los pastores como sobre los fieles”.

Juan Pablo II, para ayudar a mejorar el amor a la Iglesia, recordaba lo importante que es re-caer en la cuenta y procurar no olvidar la dimensión mariana de la Iglesia que está por encima de la petrina (cf Mulieris dignitatem, 27) ya que 1º es la comunidad de discípulos y luego viene el clero que “solo” es necesario para servirles. El clericalismo es un cáncer en la Iglesia y hay que eliminarlo para recuperar el verdadero amor a la verdadera Iglesia, amando el sacerdocio real de cada fiel batizad@ laic@ y ponerlo en práctica con todas sus consecuencias las 24 horas del día, sin recortes.

El ejercicio del sacerdocio real tiene que notarse por ejemplo en el modo de vivirse la Liturgia, eliminando todo servilismo y acabando con que l@s laic@s se limitan a decir “amén” en la plegaria eucarística pues no es el cura el único que celebra la Misa. Hay muchos textos eucarísticos, antes y después del Padre nuestro que deberían rezar al uníosno cura y laic@,s al igual que se hace con solo en Padre nuestro. Leer la Liturgia de la Palabra, rezar o cantar el salmo responsorial, pasar la colecta, llevar las ofrendas, todo ello es un deber-derecho del sacerdocio real y no son actos de l@s sirvientes o no es porque el cura se haya vuelto comodón y no lea. El sacerdocio real también se ejercita quedándose un@ quiet@ en el banco o silla desde donde participa en la ceremonia litúrgica. La verdadera participación no es moverse de aquí para allá. etc.

Estimar l’Esglesia no és estimar els edificis, temples, capelles, ermites ni als capellans per l’únic fet de ser-ho però sí que és tenir cura de la neteja i l’ordre material, el to humà en el vestir i en el parlar, l’elegància de la senzillesa, etc. Estimar l’Esglesia és servir-la sense servir-se’n d’ella dons el mateix Crist va ensenyar que “no he vingut a ser servit, sinó a servir”.

Por eso amar la Iglesia y servirla es ayudarla en sus necesidades, también las materiales y que se ha de concretar no tanto por lo que se echa en la colecta de la Misa –que es para los pobres- sino por la posible aportación económica con un talón o una transferencia incluso anónimas para los sueldos parroquiales, alquileres de locales, facturas de luz, agua y gas, etc.

Amar la Iglesia es ayudar en la parroquia que es la casa de Dios y no la casa del cura. Es la casa del pueblo de Dios que tiene suficientes brazos para las tareas laicales de la Liturgia, de la caridad, de la visita de l@s enferm@s, las catequesis, etc.

Benedicto XVI en la Epifanía del 2012 recordó que “la Iglesia no tiene soluciones técnicas a los problemas, no puede sacar directamente adelante la sociedad justa”. 

Amar la Iglesia es amar la pluralidad de carismas, tareas, ministerios: es amar a l@s religios@s y a los curas sin despreciar o considerar de segunda división a l@s laic@s, así que se trata de buscar vocaciones para todo, también para el matrimonio. Juan Pablo II en la Carta ap. Tertio millenio adveniente escribía que “será tarea de la Sede Apostólica, con vista al año 2000, actualizar los martirologios de la Iglesia universal, prestando gran atención a la santidad de quienes también en nuestro tiempo (…) han realizado su vocación cristiana en el Matrimonio: convencidos como estamos de que no faltan frutos de santidad en tal estado” (TMA, 37).

Estimar l’Esglesia és difondre els seus ensenyaments però donant raons de l’esperança cristiana, ajudant a pensar i a discernir, a ser dones i homes de criteri, madurs i responsables. En una recién homilía, el papa Francesc ha recordat que l’Esglesia no imposa, proposa.

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