Fruto de la vid de la viña del Señor.
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David se tiene como autor de
muchos de los salmos de la Biblia y varios citan el vino: “Hay muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha (…) Pero tú, Señor,
has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino”
(Salmo 4). “Oh Dios (…) Hiciste sufrir un
desastre a tu pueblo, dándole a beber un
vino
de vértigo” (Salmo 59). “Cuando me
aflijo con ayunos, se burlan de mí (…) mientras beben vino me sacan coplas” (Salmo
68).
También en los otros libros del
Antiguo Testamento el vino aparece un montón de veces y su bebida unas veces
está mandada para alegrar la vida y otras veces está prohibida. A veces es para
bien y otras para el mal. A veces es para el estómago y otras para Dios, en el
culto religioso.
“Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, se
embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda” (Gn 9, 18 – 21).
Cuando Abraham regresaba de
batir a Kedorlaomer (rey de Elam), a Tidal (rey de Goyim), a Amrafel (rey de
Senaar) y a Aryok (rey de Ellasar) (…) “Melquisedec,
rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, y le
bendijo” (Gn 14, 17 -19).
Tras la destrucción de
Sodoma y Gomorra subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte con sus
dos hijas (…) se instalaron en una cueva (…) La mayor dijo a la pequeña: «Nuestro
padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se
hace en todo el mundo. Ven, vamos a propinarle vino
a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia».
En efecto, propinaron vino a su padre
aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se
enterase.
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Cuando regresó Esaú y puso
el grito en el cielo por lo ocurrido (su hermano pequeño Jacob había mentido y
se llevó la bendición paterna), Isaac le dijo: «Mira, le he puesto por señor
tuyo (…) le he abastecido de trigo y vino»
(Gn 27, 19 – 27).
Iahveh indica a Aarón y a sus hijos sacerdotes: «Ofrecerás (…) como libación un cuarto de
sextario de vino» (Ex 29, 39 – 40)
(…) «Cuando hayáis de entrar en la Tienda del Encuentro, no bebáis vino ni bebida que pueda embriagar, ni tú ni tus hijos
(Lev 10, 8 – 9).
Moisés,
antes de subir al monte Horeb para morir, bendiciendo a los israelitas, dijo
dirigiéndose a Aser: «Israel
mora en seguro; la fuente de Jacob brota para un país de trigo y vino»
(Deut 33, 28).
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Estas son unas pocas
referencias del Antiguo Testamento. Del Nuevo Testamento se pueden recoger también
algunas que sirvan para meditar y profundizar en la comprensión de por qué a
veces sí, por qué otras no y, de paso, caer en la cuenta de lo relativo que es
una afirmación y una negación.
“El ángel le dijo a
Zacarías: “No temas, Zacarías (…) tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le
pondrás por nombre Juan (…) será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor” (Lc 1, 13-6).
Jesús, recién iniciada su
nueva vida fuera del taller de Nazaret aceptó la invitación para asistir a la
boda de Caná donde, “como faltase el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. El
maestresala se maravilló al probar el agua convertida en vino, sin saber de
dónde provenía” (Jn 2, 3-9).
Jesús decía que “nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues entonces el vino nuevo reventará los odres, y se derramará, y los
odres se perderán” (Lc 5, 37-39).
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En la parábola del buen samaritano Jesús comentaba
que “acercándose vendó sus heridas echando en ellas aceite y vino” (Lc 10, 34).
Acabando la última cena en el cenáculo Jesús “tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio
diciendo: Bebed todos de él; porque ésta es mi Sangre de la nueva
alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados. Os aseguro
que no beberé desde ahora de este fruto de la vid
hasta aquel día en que lo beba con vosotros nuevo, en el Reino de mi Padre. Recitado
el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos” (Mt 26, 27-30).
“Y lo llevaron al lugar del
Gólgota, que significa lugar de la Calavera. Y le daban a beber vino con mirra, pero él no aceptó” (Mc 15, 22-23).
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La
adaptabilidad de la vid favoreció su expansión por China y por Europa Occidental a través de las rutas
comerciales, llegando a la Península Ibérica quizá antes que los fenicios, en
torno al 3.000 aC. En el 700 aC, el
vino estaba en la Grecia clásica y en el 200 aC en Italia. En su testamento Colón dice
que transportaba vino de Ribadavia y en 1525 Hernán Cortés, siendo Gobernador
de México, ordenaba la plantación de viñedos en las tierras
colonizadas. El éxito fue tal que se expandió por el “nuevo mundo”.
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