jueves, 2 de enero de 2020

EL MUNDO FUE HECHO POR ÉL

Sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho


La celebración del Año nuevo se viene realizando desde los tiempos míticos y se simboliza que el mundo comienza cada año: los inmortales han de hacerlo estable, sano, rico, santificado, tal como era en el comienzo de los tiempos. Una idea pagana que es totalmente asumible por un cristiano y que es ocasión para profundizar en ese simbolismo del “como comenzar de nuevo”.

Como anillo al dedo viene en este nuevo 2020 el que cerca del día 1 de enero, el día 5 será el 2º domingo después de Navidad y la Palabra de Dios –como siempre- nos dirá cosas para pensar un rato al respecto. Se invita a meditar acerca de la Sabiduría, tanto con la primera lectura del AT como con la segunda del NT: “La Sabiduría (…) antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré” (Eclesiástico 24, 1-2. 8-12). No dejo de (…) recordaros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle; iluminando los ojos de vuestro corazón” (Efesios 1, 16-18).

Si la Sabiduría se escribe con mayúscula es por referencia directa y exacta para llamar así al Hijo de Dios, al Verbo eterno, a la Palabra de Dios, a Jesucristo, encarnado en las entrañas de María por obra del Espíritu Santo; el que nació en Belén y fue “saludado” por los pastores y los magos de Oriente.

En la Biblia hay 5 libros sapienciales y uno de ellos se titula precisamente el libro de la Sabiduría que empieza recordando que Dios creador “ama al hombre” (Sab 1, 6). El Concilio Vaticano Ii recuerda que el hombre es la única criatura a la que Dios ama por sí misma. No así a las demás creaturas ya que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. Él quiere también a todas las demás, tanto espirituales (ángeles) como materiales, animales como vegetales como minerales, aunque a cada una según su “naturaleza” y en tanto en cuanto sirven al hombre para acompañarlo, para divertirse, para alimentarse, etc..

En “La alegría de la Verdad” (Veritatis gaudium, VG) el papa Francisco lógicamente ha querido recordar a los estudiosos que vivan la inter y la trans disciplinariedad ejerciéndolas “con sabiduría y creatividad a la luz de la Revelación (…) la unidad del saber en la diversidad y en el respeto de sus expresiones múltiples, conexas y convergentes, es lo que califica la propuesta académica, formativa y de investigación del sistema de los estudios eclesiásticos, ya sea en cuanto al contenido como en el método” (Veritatis gaudium, 4,c).

Francisco en VG cita a Juan Pablo II que en la Const. ap. Sapientia christiana (1979) dejaba escrito que “La sabiduría cristiana (…) estimula continuamente a los fieles para que se esfuercen por lograr una síntesis vital de los problemas y de las actividades humanas con los valores religiosos, bajo cuya ordenación todas las cosas están unidas entre sí para la gloria de Dios y para el desarrollo integral del hombre en cuanto a los bienes del cuerpo y del espíritu (SCh, 1)”. El Papa Wojtyla ya se ocupaba de la espiritualidad ecológica pues Dios es el primero que ama a sus criaturas y el hombre, como está creado a su imagen y semejanza, debe hacer lo mismo.

El apóstol Juan escribía que “todo fue hecho por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho (…) En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él” (Jn 1, 3.10)

No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes (…) él todo lo creó para que subsistiera” (Sab 1, 13-14). Por eso los cristianos, por amor al mundo que es buenísimo ya que salió de las manos de Dios, intentan cuidar con todo cariño a toda criatura -humana o no- pues es lo que el Creador hace con su Providencia divina. Está pendiente de todo, de lo visible y de lo invisible (se reza en el Credo), tanto de lo material como de lo espiritual.

Por esto en la llamada “encíclica verde” (n. 5) Francisco recuerda que “san Juan Pablo II (...) advirtió que (…) Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad» (Enc. Centesimus annus, 1991, 58)”.

Y en el párrafo siguiente (n. 6) escribía que “Mi predecesor Benedicto XVI (…) nos propuso reconocer que el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable”.

Cada 1 de septiembre ya se viene celebrando la Jornada Mundial de oración por el cuidado de la casa común, instituida en 2015 por el Papa Francisco y el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla Bartolomé. Y entonces escribió el significado de la Jornada que “ofrecerá a cada creyente y a las comunidades una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la Creación (…) la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado".

En el Mensaje para la JM de 2019 el Papa decía que “todo es hermoso a los ojos de Dios, quien ofrece al hombre la creación como un precioso regalo para custodiar y sin embargo, prosigue, trágicamente, la respuesta humana a ese regalo ha sido marcada por el pecado, por la barrera en su propia autonomía, por la codicia de poseer y explotar (…) los egoísmos e intereses han hecho de la creación – que debería ser un lugar de encuentro e intercambio – un teatro de rivalidad y enfrentamientos”.

El Catecismo de la Iglesia (CEC) dedica unas páginas a la Creación y deja escrito que “La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado” (CEC, 282).

La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí misma una respuesta a la cuestión de los orígenes. En efecto, la existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana (cf. Concilio Vaticano I, DS, 3026), aunque este conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la razón para la justa inteligencia de esta verdad” (CEC, 286).

La verdad en la Creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en su ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto” (CEC, 287).

La revelación de la Creación es inseparable de la revelación y de la realización de la Alianza del Dios único, con su pueblo. La creación es revelada como el primer paso hacia esta Alianza, como el primero y universal testimonio del amor todopoderoso de Dios (cf. Gn 15, 5; Jr 33, 19-26)” (CEC, 288).

En los últimos días del Sínodo en Roma sobre la Amazonia, se daba a conocer un libro disponible en las librerías que recoge textos y discursos de Francisco sobre la Creación. Se titula "Nuestra Madre Tierra. Una lectura cristiana del desafío del medio ambiente".

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