A
la Iglesia de Cristo
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Lógicamente
no puede negarse que la Iglesia, como el mundo, pueda ser un erial si casi todo
lo que se vive es por confiar en uno mismo. Se puede estar animado a no quedar
seco haciendo propio el grito de Jeremías: “Bendito
quien confía en el Señor y pone en él su confianza” (Jer 17, 5-8).
“Dicen
que el signo de los tiempos es gritar: «Cristo, sí; Iglesia, no»; pero a mí eso me parece tan
inverosímil como decir «quiero
al alma de mi madre, pero a mi madre no»” (José Luis Martín Descalzo). Amar a Dios es amar a
Cristo y amar a Cristo es amar la Iglesia por él iniciada y el Papa argentino
también clama por amar a la Iglesia de Cristo, pobre y para los pobres pues Él así
vino a la tierra y nos enseñó a vivir al modo “cristiano”.
Lucas
habla solo de los pobres (cf Lc 6, 20-26) y no de los pobres de espíritu como
Mateo pues escribe a grecorromanos entre quienes había muchos ricos y lo “de
espíritu” podía ser un sedante o justificante. Mateo en cambio escribe a la
comunidad de origen judío llena de pobres de solemnidad.
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No
produce crisis alguna oír a Cristo decirle a Pedro: ¡vade retro, Satana! y
otros más reproches que cuentan los evangelistas No se los callan. También el
reproche público que Pablo le hace a Pedro aun siendo el “primero” y
precisamente por eso. Además no negamos por falsa humildad que todos somos
Pedro y hemos de aceptar los reproches que son para nuestro bien.
Francisco
recuerda que hay quienes no aman a la Iglesia cuando escribe. “En segundo lugar, el ámbito de «las
personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la
Iglesia” (EG, 14).
Recuerda el último Concilio que “la consumación de la Iglesia en
la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas"
(LG, 2) y hoy
la Iglesia sigue pasando por pruebas varias como las crisis de los Legionarios,
de los Miguelianos, de los Franciscanos de la Inmaculada, la Orden de Malta, lo
de Lefebre, …, la pederastia, las finanzas vaticanas, etc.
Quizá
no todas las pruebas son iguales a las que sufrieron los jesuitas que fueron
abolidos por la presión política de gobernantes al Papa de turno, como siglos
antes sufrieron los “servitas”, a la vez que no conviene olvidar el consejo
deportivo de que “no hay enemigo pequeño”.
Los 7 fundadores “servitas”, del s. XIV, fueron
extinguidos por el papa Inocencio V en 1276 y quedó solo Alejo de Falconieri viviendo
que lo hizo durante 110 años y pudo “ver” que Benedicto XI, en 1304, les devolvió
la legalidad. Los jesuitas fueron abolidos en 1773 porque Francia los acusaba
por el desfalco cometido por el Procurador de la misión de Martinica.
Portugal dijo que eran culpables del levantamiento con armas de los indios del
sur de Brasil porque les destruían las reducciones. España alegó que maquinaban
contra el rey. Francia los ilegalizó en 1762. Los gobiernos de Francia, España,
Nápoles y Portugal presionaron a Roma y solamente le apoyaba la emperatriz María
Teresa hasta que en 1770 casó a su hija María Antonieta con el heredero
francés.
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Por eso Francisco en un Angelus de
2017, una vez más, pidió ser liberados de la degeneración destructiva y
corrupta de la mundanidad, contraria al Evangelio, y es que la purificación se
va haciendo continuamente, todos los días. Se dice hoy que los tomates ya no
saben a tomates y que los huevos de gallinas que corretean (como antes) saben
diferentes a los de granja.
A
los superiores religiosos Francisco en febrero de 2017 (como hizo Benedicto
XVI) les confiesa la corrupción vaticana aunque bromeando explicó que está en
paz y no toma tranquilizantes.
Los
defectos hay que denunciarlos para corregirlos y las cosas virtuosas no hace
falta irlas pregonando pues no se busca el aplauso del mundo. El obispo de
München, Joseph Ratzinger, en 1960 preguntaba: ¿es en absoluto signo de mejores tiempos que los teólogos de hoy no se
atrevan ya a hablar en aquel tono? ¿o es más bien signo de un menguado amor…,
un amor que se ha hecho romo y no se atreve ya a abrazar el sufrimiento por la
amada y a causa de ella?
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Pablo
VI ante el Colegio cardenalicio (23-XII-1963: Nuestro navegar para atenernos una vez más a nuestra notoria y bella
imagen de la nave apostólica, se ve constantemente asediado por un doble
problema: El de conservar la preciosa o intangible carga del patrimonio
espiritual y el de avanzar por el tempestuoso mar de este mundo. Flotar y
navegar es la misión simultánea de la Iglesia.
San Pablo:
“Cristo resucitó de entre los muertos”. Así que optimismo, esperanza fiable en
la victoria de Dios.
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Ante
las pruebas, no temer pues las promesas divinas se cumplen siempre y nos enseñó
algo elemental para el cristiano: ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
(Lc 6, 26).
A
Jorge Bergoglio no le importan las críticas –confesaba en el encuentro con los
superiores religiosos en 2017-, pues “hace
bien que se critique a uno (…) cuando son críticas que sirven para crecer, las
acepto, respondo”.
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