sábado, 16 de febrero de 2019

AMOR A LA IGLESIA

A la Iglesia de Cristo


Leemos en la Biblia este domingo (6º - C del TO): “Maldito quien confía en el hombre (…) habitará la aridez del desierto” (Jer 17, 5-8). Del desierto y de la desolación habló Benedicto XVI desde el primer momento de su ministerio petrino. En la homilía de la Misa de “inauguración del pontificado” ya comentó que ”no es indiferente para Él (Dios) que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores”.

Lógicamente no puede negarse que la Iglesia, como el mundo, pueda ser un erial si casi todo lo que se vive es por confiar en uno mismo. Se puede estar animado a no quedar seco haciendo propio el grito de Jeremías: “Bendito quien confía en el Señor y pone en él su confianza” (Jer 17, 5-8).

“Dicen que el signo de los tiempos es gritar: «Cristo, sí; Iglesia, no»; pero a mí eso me parece tan inverosímil como decir «quiero al alma de mi madre, pero a mi madre no»” (José Luis Martín Descalzo). Amar a Dios es amar a Cristo y amar a Cristo es amar la Iglesia por él iniciada y el Papa argentino también clama por amar a la Iglesia de Cristo, pobre y para los pobres pues Él así vino a la tierra y nos enseñó a vivir al modo “cristiano”.

Lucas habla solo de los pobres (cf Lc 6, 20-26) y no de los pobres de espíritu como Mateo pues escribe a grecorromanos entre quienes había muchos ricos y lo “de espíritu” podía ser un sedante o justificante. Mateo en cambio escribe a la comunidad de origen judío llena de pobres de solemnidad.

Lucas dice que Jesús es quien predica “¡ay de vosotros los ricos! Igual que grita ¡ay de vosotros, los que estáis saciados! Que no solo es estar saciados de comer.

No produce crisis alguna oír a Cristo decirle a Pedro: ¡vade retro, Satana! y otros más reproches que cuentan los evangelistas No se los callan. También el reproche público que Pablo le hace a Pedro aun siendo el “primero” y precisamente por eso. Además no negamos por falsa humildad que todos somos Pedro y hemos de aceptar los reproches que son para nuestro bien.

Francisco recuerda que hay quienes no aman a la Iglesia cuando escribe. “En segundo lugar, el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia” (EG, 14).

Recuerda el último Concilio que “la consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas" (LG, 2) y hoy la Iglesia sigue pasando por pruebas varias como las crisis de los Legionarios, de los Miguelianos, de los Franciscanos de la Inmaculada, la Orden de Malta, lo de Lefebre, …, la pederastia, las finanzas vaticanas, etc.

Quizá no todas las pruebas son iguales a las que sufrieron los jesuitas que fueron abolidos por la presión política de gobernantes al Papa de turno, como siglos antes sufrieron los “servitas”, a la vez que no conviene olvidar el consejo deportivo de que “no hay enemigo pequeño”.

Los 7 fundadores “servitas”, del s. XIV, fueron extinguidos por el papa Inocencio V en 1276 y quedó solo Alejo de Falconieri viviendo que lo hizo durante 110 años y pudo “ver” que Benedicto XI, en 1304, les devolvió la legalidad. Los jesuitas fueron abolidos en 1773 porque Francia los acusaba por el desfalco cometido por el Procurador de la misión de Martinica. Portugal dijo que eran culpables del levantamiento con armas de los indios del sur de Brasil porque les destruían las reducciones. España alegó que maquinaban contra el rey. Francia los ilegalizó en 1762. Los gobiernos de Francia, España, Nápoles y Portugal presionaron a Roma y solamente le apoyaba la emperatriz María Teresa hasta que en 1770 casó a su hija María Antonieta con el heredero francés.

La historia está “llena” de santos que denunciaban la corrupción eclesiástica y pedían reformar, limpiar, abrillantar… Cayetano de Thiene (+1547), el fundador de los “teatinos”, afirmaba que la Iglesia es «en sí misma sin mancha ni arruga pero prostituida en sus ministros» que es casi como decía Lutero. Bernardo de Claraval (+1153) escribió: “Ayer hablábamos de qué obispos nos gustaría tener (…) pero no de cuáles tenemos en realidad (…) se indignan contra mí y me mandan cerrar la boca (…) Ojalá me cerrasen también los ojos para que no viera lo que me prohíben impugnar”. Antonio de Padua (+1231) enseñaba que “el Señor dijo apacienta mis ovejas, no dijo ordeña o trasquila”. Catalina de Siena (+1380) volvía con algo parecido: “No sólo no dan a los pobres lo que están obligados a repartirles sino que se lo quitan por simonía y ansia de dinero… aman a sus súbditos tanto como les pueden saquear y no más”.

Por eso Francisco en un Angelus de 2017, una vez más, pidió ser liberados de la degeneración destructiva y corrupta de la mundanidad, contraria al Evangelio, y es que la purificación se va haciendo continuamente, todos los días. Se dice hoy que los tomates ya no saben a tomates y que los huevos de gallinas que corretean (como antes) saben diferentes a los de granja.

A los superiores religiosos Francisco en febrero de 2017 (como hizo Benedicto XVI) les confiesa la corrupción vaticana aunque bromeando explicó que está en paz y no toma tranquilizantes.

Los defectos hay que denunciarlos para corregirlos y las cosas virtuosas no hace falta irlas pregonando pues no se busca el aplauso del mundo. El obispo de München, Joseph Ratzinger, en 1960 preguntaba: ¿es en absoluto signo de mejores tiempos que los teólogos de hoy no se atrevan ya a hablar en aquel tono? ¿o es más bien signo de un menguado amor…, un amor que se ha hecho romo y no se atreve ya a abrazar el sufrimiento por la amada y a causa de ella?

En 1950 Pío XII proclamaba que la opinión pública es patrimonio de cualquier sociedad, que “donde no aparezca ninguna manifestación de opinión pública… habrá que ver en ello un fracaso, una debilidad, una enfermedad social”. Añadió que “se aplica también a la Iglesia” y que “esto solo parecerá extraño a quienes no conozcan la Iglesia católica o tengan una falsa noción de ella… si la Iglesia careciera de opinión pública faltaría algo de su vida; y la culpa de este defecto recaería tanto en los pastores como sobre los fieles”.

Pablo VI ante el Colegio cardenalicio (23-XII-1963: Nuestro navegar para atenernos una vez más a nuestra notoria y bella imagen de la nave apostólica, se ve constantemente asediado por un doble problema: El de conservar la preciosa o intangible carga del patrimonio espiritual y el de avanzar por el tempestuoso mar de este mundo. Flotar y navegar es la misión simultánea de la Iglesia.

San Pablo: “Cristo resucitó de entre los muertos”. Así que optimismo, esperanza fiable en la victoria de Dios.

Benedicto XVI en la inauguración de su ministerio petrino (24-IV-2005)  inauguración) ya afirmaba que “La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente”.

Ante las pruebas, no temer pues las promesas divinas se cumplen siempre y nos enseñó algo elemental para el cristiano: ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! (Lc 6, 26).


A Jorge Bergoglio no le importan las críticas –confesaba en el encuentro con los superiores religiosos en 2017-, pues “hace bien que se critique a uno (…) cuando son críticas que sirven para crecer, las acepto, respondo”.

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