Sobre el poder
Cuando los magos de
Oriente llegan a Jerusalén, preguntan que ¿dónde está el nacido rey de los
judíos? (Mt 2, 2). Lo de rey suele llevar a pensar en el poder. Herodes
mata a todos los niños menores de 2 años de la comarca de Belén para acabar con
quien cree erróneamente que es “la competencia” y le podría destronar.
El ángel le había dicho a María en Nazaret, cuando la anunciación, que su
reino no tendrá fin (Lc 1, 33). Jesús mismo nos enseña a rezar diciéndole a
Dios Padre que venga a nosotros tu
reino (Mt 6, 9-10). A Pilato le confirmará que efectivamente es rey
pero no de este mundo o sea que no ha nacido para apropiarse del poder temporal
de nadie aunque es un apetito del hombre de todos los tiempos y de todos los continentes.
En una de las dos la multiplicaciones de panes y peces, aquella multitud de miles de hombres, sin contar mujeres ni niños, quiso proclamarlo rey pero Jesús se escurrió entre la multitud y se alejó de ello (Jn 6, 15). Toda su enseñanza es acerca del reino, del reino de Dios o de los cielos, no de la tierra o terrenal.
Seis días antes
de la Pascua, cuando ya bajaban del monte de los olivos, la multitud empezó a
aclamarlo entusiasmada porque creían que era el Mesías esperado, el rey enviado
por Jehová para liberarlos de la esclavitud de los romanos. Era esa errónea
concepción de un mesianismo terrenal, propia del pueblo judío y de otros muchos
de cualquier religión, que imponen la teocracia. Jesús solamente en esta ocasión, entrando en Jerusalén el
domingo de los ramos, se dejó aclamar como si fuera un rey pero iba montado en
un pollino y su trono fue la cruz: ahí es donde venció.
J. Ratzinger - Benedicto XVI, en el tomo II de la trilogía sobre Jesús de Nazaret, el tomo que trata los acontecimientos desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, dice: “Jesús reivindica el derecho de rey… es el
rey que rompe los arcos de guerra, un rey de la paz, y un rey de la sencillez,
un rey de los pobres... Quiere que se entienda su camino y su actuación… no se
apoya en la violencia, no emprende una insurrección militar contra Roma” (pp, 14-15).
Arnaldo de
Brescia (s. XI) fue un abad que no quiso ser sacerdote y predicaba el pecado del
poder temporal de la Iglesia –como habían hecho antes algunos y harían después
otros- afirmando que, por derecho divino, ni los obispos ni los monjes pueden
tener posesiones.
En
la homilía matutina del 12 de diciembre de 2018, fiesta de la Virgen de
Guadalupe, patrona de México y de las Américas, Francisco manifestaba que la Guadalupana es pedagoga
del Evangelio pues en ella el Señor desmiente la tentación de dar protagonismo
al poder. Ella se apareció a Juan Diego Cuauhtlatoatzin (†1548 con 74 años), un nativo humilde, sencillo, uno cualquiera y no un rey o uno de los poderosos de aquel tiempo y de aquellos lugares. Juan Diego fue canonizado por Juan Pablo II
en 2002 y dijo que “representa todos los
indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús”.
Rainiero
Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, en una ocasión ante
Juan Pablo II y demás asistentes a su prédica en la capilla vaticana
“Redemptoris Mater”, glosaba el pasaje evangélico que narra: «Entonces
Jesús, llamándoles, les dijo: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de
las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con
su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros…”» (Marcos 10, 42-44).
Después de las
riquezas –seguía fray Rainiero-, conocemos el juicio de Cristo sobre otro de
los grandes ídolos del mundo: el poder. Tampoco el poder es intrínsecamente
malo, como no lo es el dinero. Dios se define a sí mismo «el omnipotente» y la
Escritura dice que «el poder pertenece a Dios» (Sal 62, 12). Sin embargo (...) para darnos ejemplo se
despojó de su omnipotencia; de «omnipotente» se hizo «impotente». «Se despojó de sí mismo, tomando la condición
de siervo» (Flp 2, 7).Transformó el poder en servicio.
El poder –sigue
diciendo Cantalamessa- tiene infinitas ramificaciones, se mete por todas
partes, como cierta arena del Sahara cuando sopla el viento siroco. Hasta en la
Iglesia. El problema del poder no se plantea, por lo tanto, sólo en el mundo
político.
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| Los magos de Oriente llegaron a la casa |
María dice que
Dios «dispersó a los soberbios de corazón; derribó del trono a los poderosos»
(Lc 1, 51 s.). Ella señala implícitamente un ámbito preciso en el que hay que
empezar a combatir la «voluntad de poder»: el del propio corazón. En la familia
misma es posible, lamentablemente, que se manifieste nuestra voluntad innata de
dominio y atropello, causando continuos sufrimientos a quien es víctima de
ello, frecuentemente (no siempre) la mujer.
¿Qué opone el
Evangelio al poder? ¡El servicio! Un poder para los demás, no sobre los demás. Muchas veces lo vienen
recordando los papas y Francisco tampoco pierde ocasión.
Cada cristiano
también es rey como es a la vez sacerdote y profeta pero cada una de estas tres
funciones del Redentor, de las que participa tod@ bautizad@, hay que entenderla
bien y vivirla cada vez mejor.
Con
la reciente crisis mundial ocasionada por la publicación de las abundante
corrupción moral de clérigos y religiosos de la Iglesia católica, Francisco
denuncia repetidas veces los abusos actuales, fruto del clericalismo, poniendo
al mismo nivel los abusos sexuales con los de conciencia y poder (Dublín,
26-VIII-2018).
Además
escribió (20-VIII-2018) una “Carta al
Pueblo de Dios”, a toda la Iglesia universal, con motivo de la plaga de pederastia
en la que también insiste en la tentación del poder para los de la Iglesia, que
lo es para todo ser humano y tan fuerte como la del sexo o del dinero.
En una homilía matutina el Papa centró su reflexión en las características que diferencian la autoridad
de Jesús de la de los Doctores de la Ley. El Señor “enseñaba con humildad” y
dice a sus discípulos que “el más grande sea como el que sirve”,
es decir, que “se haga pequeño”, los fariseos se sentían príncipes.
San Pablo recordaba
a l@s primer@s cristian@s que "Cristo,
a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios"
(Phil 2, 6-7).

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