domingo, 20 de enero de 2019

CON JESÚS EN LA BODA DE CANÁ

El amor de Dios como el conyugal


Cuenta el evangelista que se celebraba una boda en Caná de Galilea y "estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos” (Jn 2, 1-11). Esas bodas judías duraban una semana y supongo que no poc@s, amig@s y conocid@s por lo menos se asomarían para felicitar a los recién casados.

La boda en Caná –en mi opinión opinable- puede ser de Simón el cananeo, hermano de Santiago ”el menor”, Judas y José, los “hermanos” de Jesús, o sea primos si el padre de ellos es Cleofás que para una tradición es hermano de san José ycon  su mujer María cuñados. Así que esos 4 hermanos son primos de Jesús. y estando por el lago de Tiberíades, le llegaría un “guasap” para invitarle.

Cuando me entero del acontecimiento, la presencia de María y de su hijo Jesús me hacen cavilar un rato. ¡Cristo se autorrevela convirtiendo agua en 600 litros de vino bueno! ¿No pierde el tiempo en una boda? ¿Jesús, el Redentor, en una fiesta? ¡No convierte el vino en agua! Alarga la fiesta…

Como ya profetizaba Isaías muchos siglos antes de Cristo, “la alegría que encuentra el marido con su esposa (y al revés) la encontrará tu Dios contigo (Is 62, 5). Así lo enseña el Señor en Caná y siempre.

El Concilio Vaticano II recuerda que “para realizar una obra tan grande, Cristo (...) asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia” (Sacrosanctum concilium, 7). Por eso desde buen principio Jesús no está solo sino que va con sus primeros cuatro discípulos que ha hecho correteando por el lago de Tiberíades o de Genesaret. Andrés, Juan, Pedro y Santiago “el mayor”.

La idea de “igualar” el amor divino con el humano sale repetidas veces en la Biblia, y así Benedicto XVI, en su encíclica Dios es amor (Deus caritas est, DCE) recuerda que “los profetas Oseas y Ezequiel, sobre todo, han descrito esta pasión de Dios por su pueblo con imágenes eróticas audaces. La relación de Dios con Israel es ilustrada con la metáfora del noviazgo y del matrimonio; por consiguiente, la idolatría es adulterio y prostitución” (DCE, 9).

Así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban. Esa cooperación del hombre con Dios es tanto en el nivel de la creación haciendo que los hijos vengan al mundo por la acción del amor conyugal de los padres como a nivel de la redención por la tarea apostólica de l@s bautizad@s.

El papa Francisco, en una homilía en sta Marta (10-II-2014) explicaba que “aquí (en la Misa) no estamos de paseo turístico sino para entrar en el misterio (…) «no es un buen acto social y no es una reunión de creyentes para rezar juntos. Es otra cosa». “El mensaje cristiano –deja escrito Benedicto XVI- es «performativo». Es decir, el Evangelio no es solamente una comunicación de realidades que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida” (Spe salvi, 2007, n. 2).

Jesús, el Redentor, Dios Creador… asiste a una boda y sana la dificultad de la falta de vino. ¡Qué grande es el amor conyugal para que Dios mismo lo exponga como modelo para que entendamos el suyo, divino, infinito. No siempre ha sido así; hay quienes desde el s IV-V han negado su bondad y Gregorio magno, dando un paso más que Ambrosio, dijo que el acto conyugal es intrínsecamente malo.

El papa Siricio (384-399), el sucesor de san Dámaso, fue el primero que decretó la continencia conyugal del sacerdote casado antes de administrar los sacramentos porque el amor conyugal es una guarrada. Solo Juan Damasceno predicaba el amor conyugal aunque haya que corregirle su tono machista pues subrayaba la conducta de las esposas que no deben negarse pues en ese caso son las responsables de que los maridos vayan a otras puertas.

San Hormisdas (514-23) fue Papa, casado y santo, y su hijo también fue Papa, casado y santo, san Silverio (536-37). Juan Pablo II aprobó el Canon 375 de la Iglesia Católica Oriental que honra al sacerdocio casado y Benedicto XVI concedió el status jurídico de Ordinariato a los anglicanos convertidos dando entrada a los curas y obispos exanglicanos y casados.

Francisco deja escrito que la Ex Ap postsinodal “La alegría del amor” ( Amoris laetitiae , AL) la entiende como una propuesta para que estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores (cf AL, 5). “Tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas (…) ha ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que (…) quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación” (AL, 36).

Y se sigue leyendo en el documento que “muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente (…) Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús” (AL, 38).

El Papa argentino sigue las enseñanzas de la Iglesia y lo que ya recogía por escrito BenedictoXVI en su encíclica “Dios es amor” (Deus caritas est, DCE, 2005) donde toda la 1ª parte versa sobre el amor humano y el amor divino: “El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros... El término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes. Aunque (…) no podemos hacer caso omiso del significado que tiene este vocablo en las diversas culturas y en el lenguaje actual” (DCE, 2).

El cristianismo, según Friedrich Nietzsche, habría dado de beber al eros un veneno, el cual, aunque no le llevó a la muerte, le hizo degenerar en vicio. El filósofo alemán expresó de este modo una apreciación muy difundida: la Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, ¿no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles de prohibición precisamente allí donde la alegría, predispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?” (DCE, 3).

Es curioso saber que san Hugo Canefri (†1233 con 65 u 85 años pues se duda si nació en 1148 ó el 68), de la Orden de san Juan del Hospital, hoy Orden de Malta y entonces hospitalarios o sanjuanistas que participó en la 3ª cruzada; capellán de la Encomienda del hospital en Génova. Su madre Valentina era hermana del papa Inocencio IV. Entre otros milagros, con solo la señal de la cruz sacó agua de una roca y hoy todavía está manando y otra vez convirtió agua en vino como hizo Jesús en Caná.

Como a los criados de la casa de Caná, María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, nos sigue diciendo a diario y de mil maneras distintas: Haced lo que él os diga.

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