domingo, 12 de enero de 2020

JOAN BATEJA JESÚS

Aprofundir en el misteri


El diumenge següent a la festa de l’Epifania, la de “els reis mags”, és sempre el que tanca el cicle litúrgic de Nadal i celebra el baptisme de Jesús al Jordà.

Tanto la Epifanía como el bautismo y la asistencia de Jesús a la boda de Caná son tres momentos de epifanía o manifestación de la divinidad de Jesús de Nazaret.

Cuando Jesús acude al Jordán para ser bautizado por Juan, termina la llamada “vida oculta” en Nazaret y empieza su “vida pública” como explica el Catecismo de la Iglesia Católica (CEE) y añade que fue allí cuando había una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3, 10-14), fariseos y saduceos (cf.Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt 21, 32). Entonces aparece Jesús (cf CEE 535).

El CEE recuerda que “toda la vida de Cristo es un misterio” (cf. CEE, nn. 512-518), por lo que el hecho de ir al Jordán para que Juan le bautizara ofrece un atractivo intento -una vez más- de penetrar hasta donde cada uno pueda en ese misterioso evento de Jesús de Nazaret. Con los misterios de la Fe pasa lo mismo que con los de la Ciencia pues al buscar respuesta para una pregunta, surgen otras muchas.

El Catecismo aconseja que “la catequesis, según las circunstancias, debe presentar toda la riqueza de los misterios de Jesús” (CEE, 513) y recuerda (n 519) a Juan Pablo II que dejaba escrito que “toda la riqueza de Cristo «es para todo hombre y constituye el bien de cada uno»" (Redemptor hominis, 11). En otro número afirma también que “todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros(CEE, 521). Ni más ni menos.

Pel Baptisme (cf. CEE, 537) el cristià s’assimila sacramentalment a Jesús que anticipa en el seu baptisme la seva mort i la seva resurrecció i ha d’entrar en aquest misteri de rebaixament humil i de penediment. I el Catecisme glossa la idea citant dos Pares de l’Esglesia, aquells sants teòlegs dels primers cinc segles de cristianisme que interpreten l’Evangeli amb el que senten dir dels aspòstols o dels seus deixebles immediats.

De san Gregorio Nacianceno recuerda que afirmaba: «Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él» (Oratio 40, 9: PG 36, 369). Y de san Hilario de Poitiers: «Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios” (In evangelium Matthaei, 2, 6: PL 9, 927).

Juan Pablo II, para preparar el Gran Jubileo del 2000, pidió una preparación remota (1995-96) y otra inmediata trienal (1997-99) dedicando cada año a una Persona divina y a un sacramento. El primer año, 1997 se dedicó al Hijo, al Verbo eterno y pedía que “el esfuerzo de actualización sacramental podrá ayudar, a lo largo del año al descubrimiento del Bautismo como fundamento de la existencia cristiana y fundamento de la comunión entre todos los cristianos” (cf TMA, 41).

En una de les seves catequesis dels dimecres (Aud Gral 1-IV-1998) va glosar aquest sagrament de la iniciació cristiana referint-se a el manament missioner de Jesús que va dir: Aneu, doncs, i feu deixebles a tots els pobles batejant-los en el nom de l’Pare i de el Fill i de l’Esperit Sant (Mt 28, 19).

Para captar el sentido profundo del bautismo –seguía diciendo el Papa Wojtyla en esa catequesis-, es necesario volver a meditar en el misterio del bautismo de Jesús, un episodio a primera vista sorprendente, porque Jesús sabía bien que no tenía necesidad de ese bautismo, siendo perfectamente inocente. En tono desafiante, dirá un día a sus adversarios: «¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?» (Jn 8, 46).

El bautismo cristiano, precisamente porque sumerge en el misterio pascual de Cristo, tiene un valor muy superior a los ritos bautismales judíos y paganos, que eran abluciones destinadas a significar la purificación, pero incapaces de borrar los pecados. En cambio, el bautismo cristiano confiere, además, un don mucho mayor: la vida nueva de Cristo resucitado, que transforma radicalmente al pecador”. Y en la homilía de la fiesta del bautismo de Jesús de 2000, Juan Pablo II recordaba que “el bautismo nos ha injertado en la vida misma de Dios, convirtiéndonos en sus hijos adoptivos, en su unigénito «Hijo predilecto»".

Francisco en la Exh ap Alegraos y regocijaos (Guadete et exúltate, GEx, 2018) dice: “Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad (…) tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5, 22-23) (…) En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad” (GEx, 15).

Y un poco más adelante dice que “Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que (…) no (…) permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13, 29) (…) No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo” (GEx, 174).

El papa emérito Benedicto XVI, como Joseph Ratzinger escribió una trilogía sobre Jesús de Nazaret y dedicaba unas páginas a exponer sus consideraciones teológicas sobre la vida de Jesús y en el Prólogo dice que “Los avances de la investigación histórico-crítica llevaron a distinciones cada vez más sutiles entre los diversos estratos de la tradición. Detrás de éstos la figura de Jesús, en la que se basa la fe, era cada vez más nebulosa, iba perdiendo su perfil”.

En la immersió –escriu Ratzinger- es simbolitza la mort i fa pensar en el diluvi que destruix i aniquila (…) a´’ésser aigua que flueix, és sobretot símbol de vida: els grans rius –Nilo, Eufrates, Tigris- són els grans dispensadors de vida”.

 (…) “Mediante su liturgia y teología del icono, la Iglesia oriental (…) Ve una profunda relación entre el contenido de la fiesta de la Epifanía (proclamación de la filiación divina por la voz del cielo; en Oriente, la Epifanía es el día del bautismo) y la Pascua”.

(…) “Una amplia corriente de la teología liberal ha interpretado el bautismo de Jesús como una experiencia vocacional: Jesús, que hasta entonces había llevado una vida del todo normal en la provincia de Galilea, habría tenido una experiencia estremecedora; en ella habría tomado conciencia de una relación especial con Dios y de su misión religiosa (…) Pero nada de esto se encuentra en los textos. Por mucha erudición con que se quiera presentar esta tesis, corresponde más al género de las novelas sobre Jesús que a la verdadera interpretación de los textos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JESUCRIST REI DE L’UNIVERS

La dimensió social de l’evangelització A la 2ª lectura d’avui, diumenge XXXIV del TO, cicle C, últim del any litúrgic doncs el proper és e...