Vendrán
de Oriente y de Occidente
y del Norte y del Sur

Y
también el tercer texto de la Liturgia de la Palabra de este domingo XXI (C)
del TO repite la idea con una anécdota de la vida de Jesús. Recorría ciudades y aldeas enseñando,
mientras caminaba hacia Jerusalén (…) Y
vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa
en el Reino de Dios. (Lucas 13, 22.29).
Sabemos
que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad pero aunque seguramente no será el 100% ya que no la regala pues respeta
la libertad personal y la correspondiente responsabilidad. Si se afirmara que
la salvación se tiene asegurada sin merecerla, es automática y que no depende
de ninguna circunstancia, entonces se negaría que el ser humano es libre, lo
cual es tremendo ya que en eso consiste el ser imagen y semejante a Dios.
No
basta saber en teoría que Dios quiere que todos los hombres se salven, y no es
simple frase bonita, buen titular de prensa. No siempre se ha vivido en esa
verdad pues se tenía conciencia de que se salvan unos pocos. El chiste de las
ancianas beatas que comentando la idea de la renovación que proponía el
Concilio, se mofaban afirmando que “nos salvaremos los mismos de siempre”.
Escribió
Juan Pablo II que “Precisamente de esta
conciencia contemporánea de la Iglesia, Pablo VI hizo el tema primero de su
fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam suam (…)
Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una conciencia
cada vez más profunda sea respecto de su misterio divino, sea respecto de su
misión humana” (Redemptor hominis, 3). Lo de “cada vez más profunda” es una
estocada al inmovilismo reinante.
La
Asamblea Conciliar del Vaticano II ha ampliado o completado la anterior visión
para evitar el peligro de un reduccionismo y ha profundizado en su santidad, en su apostolicidad, en su unidad
y en su catolicidad que la dispone
para llevar a cabo con exquisita fidelidad al Evangelio la colosal misión de
llevar el mensaje de Cristo a todas las gentes.

La
apertura de ventanas y puertas de la Iglesia querida por Juan XXIII y
sancionada por el Vaticano II es un programa de acción eclesial en el tercer
milenio, saliendo al mundo en busca del hombre, tal como señala el mandato de
Cristo del “id y predicad a todas las
gentes”. Ahora Francisco lo llama “Iglesia en salida” que es lo mismo.

La
Iglesia, todo el Pueblo de Dios, quiere volver a salir a buscar al hombre, esté
donde esté, haga lo que haga. Quiere ir a por la oveja perdida, dejando las 99
a salvo en el redil. Ir a por Zaqueo e invitarse a su casa. Ir a por la
samaritana acercándose al pozo de Sicar y poder quedarse en ese pueblo unos
días. Quiere no rehuir la invitación de publicanos ni el contacto con los
pecadores, ni con Pilato ni con el centurión de Cafarnaúm. Es, como hizo Cristo,
corretear por todos los caminos de la tierra para buscar a los espiritualmente
ciegos, cojos, paralíticos, leprosos…, a todos los hombres de buena voluntad
que están ansiosamente esperando oír la Palabra de Dios.
El
primer Papa, san Pedro, pedía estar “siempre
prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere”
(1Pt 3, 15), porque es también la suya. Y lo decía a l@s primer@s cristian@s,
no solamente a los clérigos, frailes y monjas o a l@s llamad@s actualmente
“cristian@s comprometid@s”.
Como
sugería Juan Pablo II, se necesita una mirada de fe a las luces y sombras, a
cosas bien hechas y a errores de los hombres creyentes y no creyentes para
poder hacer un serio examen de conciencia
y poder así vivir ilusionados y esperanzados en no volver a cometerlos, con la
gracia de Dios. “La humanidad, alcanzando
esta meta (el año 2.000), se echará a la espalda no sólo un siglo, sino un
milenio. Es bueno que la Iglesia dé este paso con la clara conciencia de lo que
ha vivido en el curso de los últimos diez siglos. No puede atravesar el umbral
del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento,
de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos
de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra
fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las
dificultades de hoy” (TMA, 33).
Francisco
viene repitiendo el Evangelio de una manera u otra diciendo también que “la evangelización obedece al mandato
misionero de Jesús” (EvG, 19) y “fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy
la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en
todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del
Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EvG, 23).
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Miting de 2018 |
Del 18 al 24 de
este agosto, en la población italiana de Rímini, tiene lugar la 40ª edición del «Encuentro de la Amistad entre los Pueblos»,
pues se celebra anualmente desde 1980. Está convocado por “Comunión y Liberación”
(CL) por una experiencia, originada en el deseo de descubrir la belleza de la
realidad. En este 2019 asistían 10 mil a la Misa de inauguración con casi un
millar de líderes religiosos de un centenar de países.
Simultáneamente en la alemana Lindau ha tenido lugar la «X Asamblea Mundial de Religiones por la Paz» en la que católicos, musulmanes, judíos,
budistas o de otras religiones han afirmado que la mujer no se le ve tanto como
se debería en las religiones pero están esperanzados de que esto pronto pueda
cambiar. Y acaban de elegir a Azza
Karam, una mujer neerlandesa y musulmana experta de la ONU en
temas de religión y desarrollo como su nueva secretaria general, sustituyendo
al católico estadounidense William
F. Vendley, secretario general desde 1994.
En la Ex ap Gaudete et exultate (19-III-2018, GEx), Francisco recuerda también que
“el gnosticismo supone una fe encerrada
en el subjetivismo (cf GEx, 36). “Absolutizan
sus propias teorías y obligan a los demás a someterse a los razonamientos que ellos
usan” (GEx, 39). “En el fondo solo
confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir
determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo
católico [Evangelii
gaudium, 94]” (GEx, 49).
“Todavía
hay cristianos que se empeñan en (…) la justificación por las propias fuerzas,
el de la adoración de la voluntad humana (…) Se manifiesta en (…) la obsesión
por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas (…) el
embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial [Evangelii gaudium, 95]” (GEx, 57).
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