La
dimensión social de la Eucaristía

Juan Pablo II, en su encíclica Eucharistia
de Ecclesia (EdeE) recordaba que “la Iglesia vive de la Eucaristía… Esta verdad encierra en síntesis el núcleo
del misterio de la Iglesia (…) La Iglesia vive no solamente un recuerdo lleno de fe sino
también un contacto actual”.
El papa Francisco, en una de las catequesis de los miércoles
(12-II-2014), en las que hablaba de los sacramentos, preguntaba: “¿qué
relación tiene la Eucaristía y nuestra vida? Me pregunto.
Ya
el Papa polaco Wojtyla había escrito en su última encíclica antes de irse a la
casa del Padre aquel 2 de abril de 2005 que
“La aclamación «hasta que vuelvas» es
tensión hacia la meta (…) Una consecuencia significativa de la tensión
escatológica es que da impulso a nuestro camino histórico, estimula nuestra
responsabilidad respecto a la tierra presente (cf GS, 39), más que nunca
comprometidos a no descuidar los deberes de su ciudadanía terrenal” (EdE).
Y Benedicto XVI en Sacramentum caritatis (SC), insistiendo en la
idea básica dijo que “en el Sacramento del altar (…) el Señor se hace comida
para el hombre hambriento de verdad y libertad” (SC, 2) y que “la «mística»
del Sacramento tiene un carácter social. En efecto, la unión con Cristo es al
mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener
a Cristo sólo para mí” (SC, 89).
Juan
Pablo II también anteriormente había escrito que “La Iglesia peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y
promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los
fieles (…) y se manifiesta en lazos vinculantes enumerados por el Concilio (cf
LG, 14) (…) Se requiere que los lazos de la comunión en los sacramentos sean
reales; el sacramento de su cuerpo y de su sangre no permite ficciones”
(EdE).

Ya en su primera homilía del “Corpus” en 2013, recién elegido
sucesor de Benedicto XVI, había considerado la expresión de Jesús escuchada en
el Evangelio: Dadles vosotros de comer (Lc 9, 13).
“En el alba del tercer milenio –se sigue
leyendo en la encíclica eucarística de Juan Pablo II- todos estamos llamados a caminar en la vida cristiana con un renovado
impulso. Como he escrito en Novo millennio ineunte, no se trata de inventar un nuevo programa. El programa se centra en
Cristo mismo al que hay que conocer, amar e imitar para vivir en él la vida
trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la
Jerusalén celeste” (NMI, 29).
En la Exhortación apostólica postsinodal dirigida a los jóvenes y
a todo el Pueblo de Dios (25-III-2019), el Papa argentino Bergoglio pide a unos
y a otros que “corran atraídos por ese
Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la
carne del hermano sufriente” (ChV, 299).
La Eucaristía –deja escrito Francisco en su encíclica Evangeli gaudium (EvG)-, “no es un premio para los perfectos sino
un generoso remedio y un alimento para los débiles (…) la Iglesia no es una
aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”
(EvG, 47).
En Gaudete et exúltate
(GEx) también recuerda que “la Eucaristía
(…) es presencia real del que es la Palabra viva (…) Y cuando lo recibimos en
la comunión, renovamos nuestra alianza con él y le permitimos que realice más y
más su obra transformadora” (GEx, 157).
Esa obra transformadora cristiana, de Cristo con sus discípul@s,
otr@s cristos, no es solamente algo a realizar con instituciones eclesiales o
civiles de carácter público cuyas acciones pueden ser contabilizadas. La
caridad es obra de cada un@ de los bautizad@s que realizan individualmente y en su vida
diaria, lo cual es algo imposible de contabilizar.

La red
eclesial había llegado a más de 9 millones de beneficiarios individuales,
movilizando aproximadamente 207 millones de dólares en 2015 y 196 millones de
dólares hasta julio de 2016. Las 70 Caritas Diocesanas españolas, con más de 6 mil Caritas Parroquiales, con casi 84 mil voluntari@s,
permitieron en ese bienio acompañar a más de 4 millones de personas tanto en
este país como en los países del mundo más golpeados por la desigualdad.

El papa Wojtyla dejaba escrito que “Las palabras dichas por Jesús a su Madre cuando estaba en la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (…) expresan su nueva maternidad. Esta maternidad suya ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano en el sagrado Banquete en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente (Enc Redemptoris Mater, 1987).
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