Él os enseñará todo

Años más tarde, como la actividad evangelizadora de
Pablo extrañaba a unos cuantos, se convocó el Concilio de Jerusalén en el año
50 y entonces, Santiago “el menor”, que era el primer obispo de Jerusalén y
hacía como de secretario del Concilio, dijo a la asamblea conciliar: “hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…”
(Act 15, 29).
Pero su actuar en cada ser humano no es a
empujones, arrastrándonos con una cadena atada al cuello para que hagamos lo
que Él quiere. Dios nos creó libres pues es donde radica la imagen y semejanza
con Él y eso requiere nuestra colaboración.
Con todo su sentido común y su auténtica fe
evangélica, el Papa Francisco ya nos fue diciendo desde el principio cosas muy
prácticas para ayudarnos a hacer realidad y vida diaria esa colaboración de
cada hombre con el Espíritu Santo.

Comentaba que los rígidos
“son incapaces de salir de ese mundo cerrado, son prisioneros de las ideas. Han
recibido la ley que era vida, pero la han ‘destilado’, la han transformado en
ideología y así dan vueltas, dan vueltas y son incapaces de salir de cualquier
novedad porque para ellos es una amenaza”.
“La
Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí
misma. No era un grupo cerrado de elegidos, una Iglesia misionera”.
También Juan
Pablo II ya advirtió en su encíclica sobre la fe y la razón (FR) de 1998 que “la capacidad especulativa, propia de la
inteligencia humana (…) ha provocado a menudo la tentación de identificar una
sola corriente con todo el pensamiento filosófico. Entra en juego una cierta
"soberbia filosófica" que pretende erigir la propia perspectiva
incompleta en lectura universal”.

Y seguía
dando luz magisterial para confirmar en la fe a sus hermanos que “el ser humano se sorprende al descubrirse
inmerso en el mundo (...) De aquí arranca el camino que lo llevará al
descubrimiento de horizontes de conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el
hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una
existencia verdaderamente personal”.
Por la misma
fidelidad del Sucesor de Pedro, sea quien sea, y para confirmar en la fe a sus
hermanos, hoy Francisco insiste en que “el mensaje correrá el riesgo de
perder su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio» y lo que se anuncie,
serán algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas
opciones ideológicas y no el Evangelio” (cf Evangelii gaudium 37). No es el
Espíritu Santo quien lleva a los humanos a opciones ideológicas que no faltan,
ni han faltado cuando no se colabora con el Espíritu.
Sigue
recordando Francisco que “la Iglesia (…) necesita crecer en su
interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad (…) A
quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices,
esto puede parecerles una imperfecta dispersión” (Idem, 40).
Pentecostés es palabra de origen
griego donde "penta" quiere
decir 5 ó 50. A
los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34, 22) en
recuerdo de la Alianza del Sinaí y entonces se cumplió lo que el mismo Jesús había anunciado en repetidas ocasiones que “Recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la
tierra” (Act 1, 8). La acción
del Espíritu Santo en cada humano y en el Pueblo de Dios, es para que sea una
Iglesia en salida en cada generación, abriéndose al mundo entero, salir al
encuentro de los demás. El Espíritu Santo no es dado para quedarse encerrados
en casa custodiando un mal llamado “depósito de la Fe” que -como enseñó san
Juan XXIII-, venía siendo un armario a reventar de cosas de las que ni la
cuarta parte eran auténticas cosas de fe.
Juan
Pablo II en su encíclica tercera sobre el Espíritu Santo (Dominum et
vivificantem) en Pentecostés de 1986, ya había recordado que “el Espíritu
Santo que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo y os recordará todo
lo que yo he dicho”. No sólo
seguirá inspirando la predicación del Evangelio de salvación, sino que también
ayudará a comprender mejor el justo significado del contenido del mensaje de
Cristo, asegurando su continuidad e identidad de comprensión en medio de las
condiciones y circunstancias mudables”.
(…) “A Él se dirige la Iglesia a lo largo de los
intrincados caminos de la peregrinación del hombre sobre la tierra; y pide de
modo incesante (…) «justicia, paz
y gozo en el Espíritu Santo», en
el que, según san Pablo, consiste el reino de Dios”.

A los
jóvenes y a todo el pueblo de Dios el Papa acaba de pedir: “Invoca al Espíritu Santo y camina con
confianza” (Christus vivit, 107). “Es
Él quien está detrás, es Él quien prepara y abre los corazones (...) es Él
quien te ayudará (…) te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para
que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza” (ChV, 130).
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