Siempre con reformas
Cada 11 de octubre es el aniversario de la
inauguración del Concilio Vaticano II que fue movido por el Espíritu Santo para
reformar una vez más la Iglesia y ahora en su globalidad y no simplemente en
algún detalle concreto. A lo largo de la Historia, la Iglesia ha estado siempre
de reformas porque los humanos que la componemos vamos hacia la perfección, no
estamos en ella; hacemos cosas imperfectas, mal hechas.
Fue convocado por “el Papa bueno”, Juan XXIII, dócil a la voz del Espíritu y se inauguró en 1963, entonces en ese
día que entonces celebraba la maternidad de María y que, con la reforma litúrgica conciliar
pasó al 1 de enero como solemnidad. En este 2018 se cumplen 55 años de aquel
histórico evento eclesiástico con el que se empezaba a tener un gramo de eclesialidad
al empezar muy tímidamente a incluirse a algún@s laic@s.
Se lee en el Evangelio que uno se acercó a
Jesús queriendo mejorar (“¿qué me falta?”) pero no quería cambiar nada
en su vida; algo le tenía atrapado (cf Mc 10, 17-30). Aparentaba ser “perfecto”
–“todo eso lo he cumplido”- pero… pero no estaba dispuesto a reformar su
conducta que además topaba lógicamente de lleno con el dinero. Dinero, sexo y
poder tienen un fuerte poder de atracción.
De la constante reforma de la Iglesia se
pueden sacar del santoral, recorriendo los siglos, unos cuantos ejemplos que
sirven de modelos. Edguino (†717), obispo de Worcester que por las muchas
reformas que quería, fue denunciado en Roma pero al visitar al Papa san Sergio
I, recibió de él un abrazo de paz y comunión. Carlomán (†754 con 39 años), ex rey franco, benedictino, hermano mayor del rey Pepino "el breve" (o sea tío de Carlomagno), abdicó y se
hizo monje en Montecasino desde donde llevó a cabo la reforma eclesiástica que
impulsaba san Bonifacio, su protector.
Pedro
Damiani (†1072 con 65 años), monje camaldulense,
apóstol en Francia, Alemania e Italia, fue obispo de Ostia y cardenal precursor
y colaborador de la gran reforma de Gregorio VII. Juan
Gualberto (†1073 con 80 años), benedictino pero
ante tanta corrupción y simonía, quiso reformar los cluniacenses (monjes
negros) y fundó monjes con hábito blanco que después imitaron los cistercienses
(monjes blancos). Gregorio
VII (†1085 con 65 años), monje de Cluny y
abad de san Pablo extramuros que elegido Papa y hizo la reforma interna de la
Iglesia para eliminar la simonía, la intromisión del poder civil en los
nombramientos eclesiásticos y restauró una severa disciplina sobre el celibato. Celso (†1129 con 49 años), obispo de Armagh (Irlanda), asistió al gran Sínodo de Rath Breasail, al que acudieron no menos de cincuenta
obispos, bajo la presidencia del legado pontificio Gilberto de Limerick. El
pueblo no recibió de buen grado las reformas aprobadas.
Esteban
Harding (†1134 con 84 años), inglés, monje de
Molesme (Borgoña) que como san Roberto, el 1er abad, quería una más estricta
observancia de la regla benedictina y ambos insatisfechos se fueron a Citeaux para
fundar una nueva comunidad que fue el origen del Cister que harían la reforma
de la Iglesia en esa época. Bernardo
Tolomei (†1348) fundó los olivetanos (de
Monte Oliveto) cuando Benedicto XII (cisterciense) auspiciaba una reforma pero
los desvelos de este Papa dieron poco fruto. Por entonces hacía estragos la
encomienda y Prelados seculares, reyes y señores laicos gozaban canónicamente de
los bienes de los monasterios. Los abades
comendatarios, en general, se limitaban a apoderarse de las rentas de sus
abadías, dejando a los monjes sólo una pequeña parte. La encomienda, sin duda,
constituyó la peor de las plagas que azotaron los monasterios benedictinos,
pero no la única.
Catalina
de Siena (†1380 con 33 años), terciaria dominica solicitaba la reforma interior de la Iglesia. Álvaro
de Córdoba (†1430 con 70 años), dominico
condiscípulo de san Vicente Ferrer, fue profesor en Salamanca en el momento de
las tres tiaras en Aviñón y de la corrupción de las costumbres, por lo que propuso la
reforma y abrió un profundo surco cristiano en el alma andaluza. Con permiso
del Papa Martín V hizo la reforma de su Orden con seis conventos. Coleta (†1447 con 66 años) era terciaria franciscana, fundadora
de las clarisas pobres, las descalzas. Tuvo visiones de la Virgen, de san
Francisco y santa Clara que le pedían dedicase su tiempo y fuerzas a reformar
la Orden franciscana. Benedicto XIII, en Aviñón autorizó la reforma. Toda Francia se puso en su contra: los seglares, los
religiosos y los mismos prelados consideraron aquella aventura poco menos que
imposible. Las monjas la juzgaron como amotinada, orgullosa, hipócrita e ilusa.
Fundó dieciocho nuevos conventos llamados de las Clarisas Pobres, las
descalzas, que viven en alegría el espíritu de Coleta. Pedro
Regalado (†1456 con 66 años) fue un franciscano
reformador conocido como el “Francisco de Asís de Castilla” e inició en su
convento la reforma que luego generalizaría para toda la península ibérica el
cardenal Cisneros.
Juan
de la Cruz (†1591 con 49 años), carmelita descalzo
reformador como Teresa de Jesús hizo con la rama femenina del Carmelo. Juan
Leonardi (†1609 con 68 años) era un sacerdote fundador
de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios y otras instituciones que glosado
por Benedicto XVI (Aud Gral, 7-X-2009) por los 400 años de su muerte
recordando que escribió al Papa Pablo V, recién elegido, recomendándole que “la
reforma universal de la Iglesia debía ser tanto para los jefes como para los
empleados, debe empezar por quienes gobiernan para extenderse después a los
súbditos”. Juan
Bta de la Concepción (†1618 con 57 años) fue un monje trinitario que hizo la reforma con ocho nuevos conventos. María
de la Encarnación Avrillot (†1618 con 52 años) fue reformadora del Carmelo en Francia igual que Teresa de Ávila había en España. El Papa Clemente VII aprobó la reforma emprendida.
Juan
José de la Cruz (†1734 con 80 años) era fraile alcantarino
reformador que empleó treinta años en difundir en Italia la reforma que Pedro de Alcántara había establecido en España. Ezequiel
Moreno Díaz (†1906 con 58 años), agustino recoleto,
riojano de Alfaro, se ofreció voluntario para reformar la Orden en Colombia
donde fue obispo de Pasto. La idea de “Ecclesia semper reformanda” ya
aparece en san Agustín (siglo V) pero fue formulada en el siglo XIV y más tarde
fue empleada por el teólogo calvinista Gisbert Voetius en el sínodo de Dordrecht (1618-19) para ilustrar la labor constante de
actualización de la Iglesia. Aunque no sea un católico, hay que contar con que
la verdad es verdad, la diga yo o mi cochero o mi cocinera, según la versión.
El Papa Francisco nos explica en “La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium, EvG) que “el
Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por
fidelidad a Jesucristo” (EvG, 26). "La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio
pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y
creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y
los métodos evangelizadores" (EvG, 33). "Si
pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado
sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente
vive” (EvG, 275).
En su último documento
hasta ahora “Episcopalis communio” (EC, 15-IX-2018), también explica que “durante
más de cincuenta años, las Asambleas sinodales han demostrado ser una
herramienta valiosa para (…) la reforma de las estructuras de la Iglesia, la
promoción de la actividad pastoral en todo el mundo” (EC, 1). "Miles de voces –escribió Juan Pablo II- piden que el cristianismo se actualice y, conservando
su propia identidad, tenga el impacto que tuvo al principio" (Novo
Mil.lennio Ineunte, 2001).
No hay comentarios:
Publicar un comentario