viernes, 26 de octubre de 2018

¿REFORMAR ALGO EN LA IGLESIA?

Siempre con reformas

Cada 11 de octubre es el aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II que fue movido por el Espíritu Santo para reformar una vez más la Iglesia y ahora en su globalidad y no simplemente en algún detalle concreto. A lo largo de la Historia, la Iglesia ha estado siempre de reformas porque los humanos que la componemos vamos hacia la perfección, no estamos en ella; hacemos cosas imperfectas, mal hechas.

Fue convocado por “el Papa bueno”, Juan XXIII, dócil a la voz del Espíritu y se inauguró en 1963, entonces en ese día que entonces celebraba la maternidad de María y que, con la reforma litúrgica conciliar pasó al 1 de enero como solemnidad. En este 2018 se cumplen 55 años de aquel histórico evento eclesiástico con el que se empezaba a tener un gramo de eclesialidad al empezar muy tímidamente a incluirse a algún@s laic@s.

Se lee en el Evangelio que uno se acercó a Jesús queriendo mejorar (“¿qué me falta?”) pero no quería cambiar nada en su vida; algo le tenía atrapado (cf Mc 10, 17-30). Aparentaba ser “perfecto” –“todo eso lo he cumplido”- pero… pero no estaba dispuesto a reformar su conducta que además topaba lógicamente de lleno con el dinero. Dinero, sexo y poder tienen un fuerte poder de atracción.

De la constante reforma de la Iglesia se pueden sacar del santoral, recorriendo los siglos, unos cuantos ejemplos que sirven de modelos. Edguino (†717), obispo de Worcester que por las muchas reformas que quería, fue denunciado en Roma pero al visitar al Papa san Sergio I, recibió de él un abrazo de paz y comunión. Carlomán (†754 con 39 años), ex rey franco, benedictino, hermano mayor del rey Pepino "el breve" (o sea tío de Carlomagno), abdicó y se hizo monje en Montecasino desde donde llevó a cabo la reforma eclesiástica que impulsaba san Bonifacio, su protector.

Pedro Damiani (†1072 con 65 años), monje camaldulense, apóstol en Francia, Alemania e Italia, fue obispo de Ostia y cardenal precursor y colaborador de la gran reforma de Gregorio VII. Juan Gualberto (†1073 con 80 años), benedictino pero ante tanta corrupción y simonía, quiso reformar los cluniacenses (monjes negros) y fundó monjes con hábito blanco que después imitaron los cistercienses (monjes blancos). Gregorio VII (†1085 con 65 años), monje de Cluny y abad de san Pablo extramuros que elegido Papa y hizo la reforma interna de la Iglesia para eliminar la simonía, la intromisión del poder civil en los nombramientos eclesiásticos y restauró una severa disciplina sobre el celibato. Celso (†1129 con 49 años), obispo de Armagh (Irlanda), asistió al gran Sínodo de Rath Breasail, al que acudieron no menos de cincuenta obispos, bajo la presidencia del legado pontificio Gilberto de Limerick. El pueblo no recibió de buen grado las reformas aprobadas.

Esteban Harding (†1134 con 84 años), inglés, monje de Molesme (Borgoña) que como san Roberto, el 1er abad, quería una más estricta observancia de la regla benedictina y ambos insatisfechos se fueron a Citeaux para fundar una nueva comunidad que fue el origen del Cister que harían la reforma de la Iglesia en esa época.  Bernardo Tolomei (†1348) fundó los olivetanos (de Monte Oliveto) cuando Benedicto XII (cisterciense) auspiciaba una reforma pero los desvelos de este Papa dieron poco fruto. Por entonces hacía estragos la encomienda y Prelados seculares, reyes y señores laicos gozaban canónicamente de los bienes de los monasterios. Los abades comendatarios, en general, se limitaban a apoderarse de las rentas de sus abadías, dejando a los monjes sólo una pequeña parte. La encomienda, sin duda, constituyó la peor de las plagas que azotaron los monasterios benedictinos, pero no la única.

Catalina de Siena (†1380 con 33 años), terciaria dominica solicitaba la reforma interior de la Iglesia.  Álvaro de Córdoba (†1430 con 70 años), dominico condiscípulo de san Vicente Ferrer, fue profesor en Salamanca en el momento de las tres tiaras en Aviñón y de la corrupción de las costumbres, por lo que propuso la reforma y abrió un profundo surco cristiano en el alma andaluza. Con permiso del Papa Martín V hizo la reforma de su Orden con seis conventos. Coleta (†1447 con 66 años) era terciaria franciscana, fundadora de las clarisas pobres, las descalzas. Tuvo visiones de la Virgen, de san Francisco y santa Clara que le pedían dedicase su tiempo y fuerzas a reformar la Orden franciscana. Benedicto XIII, en Aviñón autorizó la reforma. Toda Francia se puso en su contra: los seglares, los religiosos y los mismos prelados consideraron aquella aventura poco menos que imposible. Las monjas la juzgaron como amotinada, orgullosa, hipócrita e ilusa. Fundó dieciocho nuevos conventos llamados de las Clarisas Pobres, las descalzas, que viven en alegría el espíritu de Coleta.  Pedro Regalado (†1456 con 66 años) fue un franciscano reformador conocido como el “Francisco de Asís de Castilla” e inició en su convento la reforma que luego generalizaría para toda la península ibérica el cardenal Cisneros.

Juan de la Cruz (†1591 con 49 años), carmelita descalzo reformador como Teresa de Jesús hizo con la rama femenina del Carmelo. Juan Leonardi (†1609 con 68 años) era un sacerdote fundador de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios y otras instituciones que glosado por Benedicto XVI (Aud Gral, 7-X-2009) por los 400 años de su muerte recordando que escribió al Papa Pablo V, recién elegido, recomendándole que “la reforma universal de la Iglesia debía ser tanto para los jefes como para los empleados, debe empezar por quienes gobiernan para extenderse después a los súbditos”.  Juan Bta de la Concepción (†1618 con 57 años) fue un monje trinitario que hizo la reforma con ocho nuevos conventos. María de la Encarnación Avrillot (†1618 con 52 años) fue reformadora del Carmelo en Francia igual que Teresa de Ávila había en España. El Papa Clemente VII aprobó la reforma emprendida.

Juan José de la Cruz (†1734 con 80 años) era fraile alcantarino reformador que empleó treinta años en difundir en Italia la reforma que Pedro de Alcántara había establecido en España. Ezequiel Moreno Díaz (†1906 con 58 años), agustino recoleto, riojano de Alfaro, se ofreció voluntario para reformar la Orden en Colombia donde fue obispo de Pasto.  La idea de “Ecclesia semper reformanda” ya aparece en san Agustín (siglo V) pero fue formulada en el siglo XIV y más tarde fue empleada por el teólogo calvinista Gisbert Voetius en el sínodo de Dordrecht (1618-19) para ilustrar la labor constante de actualización de la Iglesia. Aunque no sea un católico, hay que contar con que la verdad es verdad, la diga yo o mi cochero o mi cocinera, según la versión.

El Papa Francisco nos explica en “La alegría del Evangelio (Evangelii gaudium, EvG) que “el Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo” (EvG, 26). "La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores" (EvG, 33). "Si pensamos que las cosas no van a cambiar, recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive” (EvG, 275).

En su último documento hasta ahora “Episcopalis communio” (EC, 15-IX-2018), también explica que “durante más de cincuenta años, las Asambleas sinodales han demostrado ser una herramienta valiosa para (…) la reforma de las estructuras de la Iglesia, la promoción de la actividad pastoral en todo el mundo” (EC, 1). "Miles de voces –escribió Juan Pablo II- piden que el cristianismo se actualice y, conservando su propia identidad, tenga el impacto que tuvo al principio" (Novo Mil.lennio Ineunte, 2001).

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