martes, 23 de abril de 2019

RESURRECCIÓN DE JESÚS

María Magdalena recibe el encargo de Jesús de anunciarla a sus hermanos



Desde el balcón de la basílica vaticana, el Papa -como cada año y como todos sus antecesores- dio su mensaje pascual para este 2019 y recordaba que La resurrección de Cristo es el comienzo de una nueva vida para todos los hombres y mujeres (…) la Pascua es también el comienzo de un mundo nuevo (…) al fin se abrió al Reino de Dios, Reino de amor, de paz y de fraternidad”. Nueva vida”, mundo nuevo abierto al Reino se supone que vale tanto para unos como para otros, dentro y fuera de la sociedad eclesial de los bautizados.

Nueva fue (otra vez) el actuar del Resucitado que sin el menor asomo de machismo, tiene a las mujeres por cooperadoras de su obra redentora que va realizando con su muerte en la cruz del Gólgota, con su resurrección y con su ascensión…. hasta que vuelve por segunda y definitiva vez.

María Magdalena recibe el encargo
de comunicar la resurrección de Jesús
Pasado el sábado, al alborear el día primero de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro” (Mt 28, 1) y Marcos añade a Salomé (Mc 16, 1). “El ángel (…) dijo a las mujeres: No temáis vosotras; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid, ved el sitio donde estaba puesto. Marchad en seguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis” (Mt 28, 1-8). Luego fue el mismo Jesús que les repitió a ellas el encargo (Mt 28, 10). Jesús confiaba a las mujeres las verdades divinas, lo mismo que a los hombres.

Las mujeres son las primeras en llegar al sepulcro. Son las primeras que lo encuentran vacío. Son las primeras que oyen: «No está aquí, ha resucitado como lo había anunciado» (Mt 28, 6). Son igualmente las primeras en ser llamadas a anunciar esta verdad a los apóstoles (cf. Mt 28, 1-10; Lc 24, 8-11): «Vete donde mis hermanos y dilesFue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras» (Jn 20, 16-18). Por esto ha sido llamada «la apóstol de los apóstoles».

Pablo VI decía: «En el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos (...) es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y operante del Cristianismo de un modo tan prominente que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades» que años después citó Juan Pablo II en su Carta apostólica “La dignidad de la mujer” (DM, 15-VIII-1988).

Ellas son las primeras
Es algo universalmente admitido –sigo leyendo al Papa Wojtyla-, incluso por parte de quienes se ponen en actitud crítica ante el mensaje cristiano, que Cristo fue el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta dignidad. A veces esto provocaba estupor, sorpresa, incluso llegaba hasta el límite del escándalo; «se sorprendían» los mismos discípulos de Cristo” (Juan Pablo II, ibid).

En Jesús no se encuentra nada que refleje la habitual discriminación de la mujer,  por el contrario, sus palabras y sus obras expresan siempre el respeto y el honor debido a la mujer (…) Junto a Cristo (...) se sienten «liberadas», reintegradas, amadas; su posición social se transforma” (Juan Pablo II, ibid). Jesús no sólo “revolucionaba” el trato con las mujeres israelitas sino también con las extranjeras como la samaritana, la sirio-fenicia, etc.

En “Jesús de Nazaret” de Joseph Ratzinger, 2007, tomo II (pp 93 – 102), solo y de pasada, hay una referencia a la mujer cuando considera la resurrección de Jesús. Recuerda que María Magdalena fue quien encontró vacío el sepulcro y supuso que alguien se había llevado el cuerpo de Jesús (cf. Jn 20, 1-3). Llorando por ello en el jardín donde fue sepultado, se le apareció el mismo Resucitado al que reconoció al oir que la llamaba por su nombre: ¡María!

María Magdalena es llamada “apóstol de apóstoles” (Apostolorum apostola) por Tomás de Aquino y en Oriente “isapóstolos” o sea igual que un apóstol. La celebran los ortodoxos, los luteranos y los anglicanos. Rábano Mauro, monje benedictino, abad de Fulda del s VIII/IX durante 20 años, opina que Jesús la nombró apóstol y ella ejerció esa tarea. Dice que «María, con sus co-apóstoles, anunció el Evangelio de la resurrección de Cristo con las palabras: «He visto al Señor» (Jn, 20, 18)». El Papa Francisco decretó que su memoria pasara litúrgicamente a ser fiesta.

En la Última Cena no faltaron ellas, presentes siempre en los acontecimientos.
Ratzinger comenta que “las mujeres tienen un papel decisivo; más aún, tienen la preeminencia en comparación con los hombres (…) el primer encuentro con el Resucitado estaba destinado a ellas. La Iglesia, en su estructura jurídica, está fundada sobre Pedro y los Once, pero en la forma concreta de la vida eclesial son siempre las mujeres las que abren la puerta al Señor, lo acompañan hasta el pie de la cruz y así lo pueden encontrar también como Resucitado”.

En el Gólgota, “había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mt 27, 55-56 y Mc 15, 40-41 ). No eran solo unas pocas.

Francisco, en la Audiencia General (16-IX-2016), la última catequesis sobre la familia antes del Sínodo de obispos sobre la familia, volvía a reclamar una "teología de la mujer", que elimine estereotipos ofensivos.

El rol de las mujeres en la Iglesia fue abordado en el Simposio celebrado en Roma en septiembre de 2016, promovido por la CDF. También el Congreso de abril 2015 celebrado en la Pontificia Universidad Antoniana de Roma versó sobre "Mujeres en la Iglesia: perspectivas en diálogo". Allí sor Mary Melone, una de las promotoras del Congreso, concluyó la jornada afirmando que: "ya es hora que la Iglesia deje de hablar de la mujer y se disponga a hablar con las mujeres".
La resurrección de Cristo -deja escrito Francisco- provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir (…) porque Jesús no ha resucitado en vano(EG 278, 24-XI-2013). Este texto lo repite íntegro en Veritatis gaudium (VG, 6, 8-XII-2017).

El 21-VI-201,8 la abogada chilena María Francisca San Martín Camponovo fue la primera laica en ocupar un cargo de responsabilidad en una Iglesia local al ser nombrada Canciller de la Arquidiócesis de Santiago de Chile.

En el Encuentro sobre “La Protección de los menores en la Iglesia”, habido en febrero de 2019, intervino la Dra. Linda Ghisoni, Subsecretaria de la sección para los Fieles Laicos del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida,  presentando la 3ª Relación del día (22-II-2019) y a continuación el Papa Francisco dijo: Invitar a una mujer a hablar de las heridas de la Iglesia es invitar a la Iglesia a hablar de sí misma, de las heridas que tiene. Y creo que este es el paso que debemos dar con gran fuerza: la mujer es la imagen de la Iglesia que es mujer, es esposa, es madre. Un estilo. Sin este estilo hablaríamos del pueblo de Dios, pero como una organización, quizás sindical, pero no como una familia nacida de la Madre Iglesia”.

Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente (Evangelii gaudium, 104).

Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia (…) Las mujeres están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es imprescindible para la Iglesia” (Entrevista al Papa Francisco, 19-VIII-2013).

Las meditaciones del Via crucis de este Viernes Santo en el Coliseo romano, correrán a cargo de una mujer, religiosa misionera de 80 años. Ya lo han hecho ellas en otras ocasiones aunque se cuenten con los dedos de una mano. Ojalá sea así para todas, en todas partes y para siempre.

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