miércoles, 8 de mayo de 2019

LECCIONES DEL TIEMPO PASCUAL

El arma de la oración


Pablo y Bernabé en Listra
donde curaron a un cojo de nacimiento
En estas semanas después de la resurrección de Jesús, o sea en el tiempo pascual, nos cuenta el Nuevo Testamento que Pedro y algunos apóstoles se quedaron en Jerusalén para hacer frente a la persecución (Act) y salían gozosos porque eran dignos de ultrajes. Mientras que Pablo y Bernabé se fueron por estos mundos de Dios, Perge, Antioquía de Pisidia, Iconio, etc., predicando y la estaba gente encantada de oír la palabra de Dios. “Los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor y la palabra del Señor se propagaba por toda la región” (Act 13, 48-49).

L@s cristian@s del inicio se fueron desperdigando por todo el Imperio romano, unos por motivos laborales, otros familiares o sociales y mientras los judíos organizaron la persecución involucrando a mujeres piadosas, distinguidas y principales de diversos lugares (Act 13, 50). La Iglesia en salida no es porque no se sufran persecuciones, como ya advirtió el mismo Cristo.

Los primeros cristianos
Al Papa Francisco lógicamente le gusta mirar a los primeros cristianos que son el modelo y en una ocasión (miércoles 17-IV-2015), a propósito del bautismo, comentaba que en aquella hora inicial del cristianismo “los bautizados se fueron solos, sin curas ni obispos (…) eran simples fieles bautizados había solo año y medio. Estos cristianos --cristianos desde hacía poco tiempo- tuvieron la fuerza, el coraje –seguía diciendo Bergoglio- de anunciar a Jesús. Lo anunciaban con las palabras, pero también con su vida. Suscitaban curiosidad (…) Tenían solo la fuerza del bautismo. Y el bautismo les daba este coraje apostólico, la fuerza del Espíritu (…) Pienso en nosotros, bautizados, si tenemos esta fuerza ¿Que el bautismo sea suficiente para evangelizar? O esperamos que el cura diga, que el obispo diga.

(…) Demasiado a menudo, subrayó, la gracia del bautismo se deja un poco aparte y nos encerramos en nuestras cosas. A veces pensamos: «No, nosotros somos cristianos: hemos recibido el bautismo, nos hemos confirmado, hemos hecho la primera comunión… y así el carnet de identidad está bien. Y ahora, dormimos tranquilos: somos cristianos». Pero "¿Dónde está esta fuerza del Espíritu que te lleva adelante?, se preguntó el Papa. ¿Somos fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras? (…) cuando no lo hacemos, la Iglesia se convierte no en madre, sino en Iglesia niñera, que cuida al niño para que se duerma. Es una Iglesia adormecida”.

Pentecostés
El día anterior (martes 16-IV-2015), acerca de esa fidelidad al Espíritu Santo, advirtió que no se ha cumplido con todo lo que el Espíritu Santo pidió en el Concilio Vaticano II porque se ha preferido mayormente ceder a la tentación de la comodidad que seguir lo que inspiró Dios a los padres conciliares.

Recordó que el Espíritu Santo siempre “nos mueve, nos hace caminar, empuja la Iglesia a ir hacia delante. Sin embargo, somos como Pedro en la Transfiguración: ¡Ah, qué bien estamos aquí, todos juntos. Que no nos molesten. Queremos que el Espíritu Santo se adormezca… queremos «domesticar» al Espíritu Santo… ¡seguir adelante! Es eso lo que fastidia. La comodidad es mejor”, expresó.

¿De dónde se saca la fuerza?, nos podemos preguntar cada bautizad@ y la respuesta está en el ejemplo de Jesús: “Pasó la noche orando a Dios (Lc 6, 12). Ya Juan Pablo II pidió que “es el momento de reflexionar sobre lo que el Espíritu ha dicho al Pueblo de Dios” (Novo Millenio Ineunte, 3). El evangelio recoge las palabras del mismo Jesús referidas directamente a cada bautizad@: Mis ovejas escuchan mi voz (Jn 10, 20-37).

Los primeros cristianos en oración comunitaria
Bendicto XVI dedicó unas catequesis de los miércoles (mayo de 2011) sobre “la oración que nos enseñó Jesús... Es en Jesús, de hecho, donde el hombre se capacita para acercarse a Dios (…) Junto a los primeros discípulos, con humilde confianza nos dirigimos ahora al Maestro y Le pedimos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1).
(…) Queridos amigos, en estos ejemplos de oración de las distintas épocas y civilizaciones, surge la conciencia del ser humano de su condición de criatura y de su dependencia de Otro, que es superior a él y fuente de todo bien. El hombre de todos los tiempos reza”.

Juan Pablo II, en la Carta apostólica Novo milenio ineunte (NMI, I-2001) del inicio del tercer milenio, concluido el Gran Jubileo del 2000, exhortaba: “Ahora tenemos que mirar hacia delante, debemos remar mar adentro, confiando en la palabra de Cristo: Duc in altum!... experimentado en iniciativas concretas… Es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración… (NMI, 15). Es necesario un… compromiso cotidiano (NMI, 40)”.

Juan Pablo II, para preparar el Gran Jubileo del 2000, escribió la Carta apostólica Tertio milenio adveniente (TMA, XI-1994) en la que proponía cosas concretas para vivir durante una preparación remota (de 1994 a 97) y una inmediata, los tres años anteriores al 2000. Cada año estuvo dedicado a una de las tres Personas divinas y a un sacramento. En concreto 1997 fue dedicado a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, el Redentor, y al Bautismo. Proponiendo el descubrimiento del Bautismo como fundamento de la existencia cristiana (TMA, 41)

Bautismo de adultos en el Jordán
También las catequesis de los miércoles 11 y 18 abril 2018 estuvieron dedicadas al Bautismo y recordó lo ocurrido en Japón en los primeros decenios del siglo XVII, cuando los misioneros católicos fueron expulsados del país y las comunidades permanecieron más de dos siglos sin sacerdotes. Cuando luego volvieron los misioneros ¡encontraron a una comunidad viva en la que todos estaban bautizados, catequizados, casados en la Iglesia! E incluso cuantos habían muerto habían recibido una sepultura cristiana. Pero no había sacerdote! ¿Quién hizo esto? ¡Los bautizados!

Con el Papa nos dirigimos a la Virgen María, quien siempre acompaña a los cristianos con la oración como cuando eran perseguidos o dispersados. "Pidamos al Señor la gracia de convertirnos en bautizados valientes y seguros de que el Espíritu nos impulsa siempre a anunciar a Jesucristo con nuestra vida, con nuestro testimonio y también con nuestras palabras".

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