Cerca del final
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“Acerca de la venida de nuestro Señor
Jesucristo y de nuestro encuentro con él, dice Pablo- os rogamos, hermanos, que no se inquiete fácilmente vuestro ánimo ni os
alarméis: ni por revelaciones, ni por rumores, ni por alguna carta que se nos
atribuya, como si fuera inminente el día del Señor” (2Tes 2, 2).
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Los
cristianos nos podemos disponer interiormente a ese encuentro con Jesús cada
domingo y en cada Eucaristía y lo recordaba Juan Pablo II, en su Enc. “La
Iglesia vive de la Eucaristía” (IV-2003). Escribía que “La aclamación «hasta que vuelvas» es tensión hacia la meta (…) Una consecuencia significativa de la
tensión escatológica es que da impulso a nuestro camino histórico, estimula
nuestra responsabilidad respecto a la tierra presente (cf GS, 39), más que
nunca comprometidos a no descuidar los deberes de su ciudadanía terrenal”.
Con
esa certeza, el Papa polaco
pidió coherencia y fidelidad para llevar felizmente a término las indicaciones
del Vaticano II contando con que tenemos tiempo de sobra pues el Señor Jesús no
va a venir esta tarde.
Además, ante
la inquietud apocalíptica excitada en el año 2.000, el Papa Wojtyla advertía a
los cristianos y a los hombres de buena fe para no caer en la tentación
“milenarista” de la fiebre que se extiende en algunos ámbitos (cf TMA,
18,20-21,46; NMI, 5) cuyos profetas claman: “¡Arrepentíos! El fin del mundo
está cerca” (cf TMA 46 y 21).
El papa
francés Silvestre II, parece que fue “milenarista” pues creía en la inminencia
del final apocalíptico, tras haber recibido clases de magia en Sevilla y en
Córdoba. El 31 de diciembre del año 999, convocó a todos los fieles de la
Cristiandad a ir a Roma para “esperar
juntos la gran hecatombe y el día del desastre”.
Esa fiebre
milenarista quedó superada con la interpretación de Tomás de Aquino (+1274) que
hizo una reflexión desde la fe y la cordura (cf S. Th . I-II, q. 106, a.4, ad 1
y Supl. q. 77, aa. 1-4) pero volvió a rebrotar en los ambientes de la Reforma,
y de modo exacerbado con las primeras sectas milenaristas americanas de ámbito
cristiano y actualmente se comercializa como producto “ligth” en los
movimientos de “New Age”. En USA, del libro Hal Lindsey sobre la inminencia del fin del mundo, se compraron más
de 30 millones de ejemplares, colocándose como tercer libro más vendido, detrás de la Biblia y del
Corán.
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shaykh Nazem al-Qubrusi |
También en
el mundo musulmán hay hechos similares como la secta mística de los nakshabanditas que eligieron la región
libanesa de Sin Reniye para escapar de las catástrofes anunciadas para el 2.000
por su jeque, el carismático shaykh Nazem al-Qubrusi, chipriota y políglota que
estudió Ingeniería Química en Estambul. Son una cofradía musulmana que se ha
extendido por Turquía, Irak, Uzbequistán, Bosnia, Malasia e Indonesia. Es
denunciada por los musulmanes ortodoxos y exalta el retorno a los orígenes del
islamismo y el repudio de la civilización occidental.
Contemplando
las construcciones del templo de Jerusalén desde la ladera del monte de los
olivos, mientras estaban sentados en el viaje de regreso a Betania, como cada
día de la última semana antes de la crucifixión, le preguntaban sus discípulos:
¿Dinos, cuándo sucederá esto y cuál será
la señal de que todo se va a cumplir? (Mc 13, 4). Jesús fue describiéndoles
algunas señales que avisan de la “cercanía” del fin, pero que no son tal fin.
Lo
importante no es adivinar el día y la hora, sino atender a la llamada del
propio Cristo para estar interiormente preparados como si fuera a ocurrir ahora
mismo. Jesús sólo insistía en que aprendamos a leer los signos de los tiempos,
que estemos atentos a lo que nos sirve de recordatorio. Tened ceñidos vuestros lomos…
si
el dueño de la casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón … Estad
también vosotros preparados, porque a la hora que no sabéis vendrá el Hijo del
Hombre (Mt 24, 43-44).
Cristo
quiere que no se repita para su segunda venida lo que le ocurrió en la primera,
cuando nació en Belén. “Vino a los suyos
y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11). Estaba todo anunciado durante
siglos por los profetas; hasta lo de Belén estaba escrito.
Algunos
predicadores cristianos, reformadores a menudo, llevados por el celo de conducir
a las almas por las buenas o por las malas, amenazan con predicaciones
tremendistas y la llegada del fin del mundo, pues creen ver cumplido el que
los cuatro jinetes del Apocalipsis (Hambre, Peste, Guerra y Muerte) ya han
recorrido la faz de la tierra, y por tanto el Juicio Final, precedido de la
resurrección de los muertos, es inminente.
La
reacción pendular ha llevado las cosas al otro extremo y por eso, durante las últimas
décadas del siglo XX, un sector de la actual teología cristiana ciertamente
descuidó o despreció las verdades “escatológicas”, también llamadas “los
novísimos”: muerte, juicio, infierno y gloria. Algunas encuestas dicen que
incluso el 75% de los católicos de entonces no creía en el infierno.
La
tensión escatológica provocada por la expresión “hasta que vuelvas” y “¡ven,
Señor Jesús!” ayuda a mantener fresca la idea que recordaba el Papa polaco en su Enc “Ecclesia de Eucharistia” y
a mantener actualizado el estímulo de “nuestra responsabilidad respecto a la
tierra presente (cf GS, 39), más que nunca comprometidos a no descuidar los
deberes de su ciudadanía terrenal. En
este mundo es donde brilla la esperanza cristiana”.
Y
a su vez el Papa Francisco recuerda en una homilía matutina que “la esperanza no es optimismo sino una
ardiente expectación hacia la revelación del Hijo de Dios (…) la esperanza cristiana es dinámica y da vida. No es
fácil de entender (…) los primeros cristianos la representaban con un ancla en
el más allá; ¿dónde estamos anclados? Estamos anclados allí (…) o estamos
anclados en una laguna artificial que hemos creado nosotros, con nuestras reglas, nuestros
comportamientos, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestros comportamientos
eclesiásticos? no eclesiales ¿eh? ¿Estamos anclados allí? Todo cómodo,
todo seguro, ¿Eh? Esta no es la esperanza.
Estamos a la espera, como en un parto”.
Acudimos
a la intercesión de Santa María para perseverar con esperanza y a permanecer
pegados a Jesucristo para recorrer con buen pie la aventura terrenal del Amor.
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