domingo, 20 de octubre de 2019

LEER Y VIVIR EL EVANGELIO

Leer y escuchar la Palabra de Dios



San Pablo, en la 2ª Lectura de la Liturgia de la Palabra de este domingo 29 (ciclo C) del TO, recuerda a Timoteo que “la Sagrada Escritura puede darte la sabiduría que conduce a la salvación por la fe” (2Tim 3, 14-4. 2), no por la ley.

Leer las llamadas sagradas Escrituras (SSEE) se viene impulsando desde el Concilio Vaticano II pues en los siglos anteriores era un descuido y no se supo sacar partido al nuevo invento de la imprenta que facilitó el que cada hombre o mujer pudiera tener a mano una Biblia ya que no se tenía que seguir escribiendo a mano, una a una y podía estar al alcance de cualquiera.

El documento conciliar Palabra de Dios (Dei Verbum, DV, 18-XI-1965) fue el más difícil de aprobar pues es el que dio más guerra para su redacción y aprobación final. Ayuda a prestar atención que con Benedicto XVI tuviera lugar en 2010 un Sínodo sobre la Sda Escritura y le dio pie a escribir la Exh Ap postsinodal “Palabra del Señor” (Verbum Domini, VD) en la que dice: “Con esta Exhortación, cumplo con agrado la petición de los Padres de dar a conocer a todo el Pueblo de Dios la riqueza surgida en la reunión vaticana y las indicaciones propuestas, como fruto del trabajo en común” (VD 1).

Hay que reconocer que en los últimos decenios –sigue diciendo el Papa alemán- ha aumentado en la vida eclesial la sensibilidad sobre este tema (…) De todos es conocido el gran impulso que la Constitución dogmática Dei Verbum ha dado a la revalorización de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, a la reflexión teológica sobre la divina revelación y al estudio de la Sagrada Escritura” (VD 3) (…) “que la Biblia no quede como una Palabra del pasado, sino como algo vivo y actual” (VD 5).

Hubo un obispo francés que en una ocasión quiso advertir de la tentación de algunos clérigos de creer que los fieles no han entendido nada de la Palabra de Dios escuchada en la Eucaristía y con su homilía sí podrán enterarse y entender.

“Bastantes intervenciones de los Padres sinodales –se sigue leyendo de Benedicto XVI- insistieron en el valor del silencio en relación con la Palabra de Dios y con su recepción en la vida de los fieles (…) de tal manera que favorezca la meditación. Cuando el silencio está previsto, debe considerarse «como parte de la celebración» (VD 66).

Leer cada día un poco, repite el papa Francisco, pero hay que andar con cuidado con el cumplo y miento pues aunque se lea a diario un párrafo, una página o siquiera un versículo, saltan a la vista que se viven muchas cosas que no son del Evangelio e incluso son antievangélicas.

El Sínodo ha dirigido muchas veces su atención a los fieles laicos, dándoles las gracias por su generoso compromiso en la difusión del Evangelio en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana, del trabajo, la escuela, la familia y la educación. Esta tarea, que proviene del bautismo” (VD 84). Pero que el testimonio no sea anti-testimonio como hizo considerar Juan Pablo II, antes, durante y después de la celebración del Gran Jubileo del 2000.

El verdadero testimonio conlleva seguir haciendo siempre como las primeras comunidades cristianas que “sentían que su fe no pertenecía a una costumbre cultural particular, que es diferente en cada pueblo, sino al ámbito de la verdad que concierne por igual a todos los hombres” (VD 92). Es obvio caer en la cuenta y reconocer que los valores universales tienen que estar directa o indirectamente contenidos en el Evangelio pues Cristo, siendo el Redentor universal, habló para todos, de todas las razas y de todas las religiones.

La buena manera de evangelizar es también preocupación actual de Francisco que pide buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II” (Veritatis gaudium, 2, XII-2017)

Evangelizar bien fue preocupación de todos sus predecesores como Juan Pablo II que escribió sobre ello recordando que “el diálogo interreligioso, que no sustituye al anuncio, debe hacerse con la íntima disposición de la escucha que suscita en los mismos discípulos de Cristo comprender más profundamente su mensaje” (NMI, 56).

Benedicto XVI, a la Asamblea Ordinaria del Consejo Superior de las Obras Misioneras Pontificias (OMP), 21-V-2010, organismo dependiente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, subrayó que "La misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes lleva aparejado un juicio crítico sobre las transformaciones planetarias, que están cambiando sustancialmente la cultura de la humanidad (…) La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios para la construcción de una sociedad más justa y solidaria".

Hay que reconocer también -escribía el Papa Ratzinger- que la misma creación, el «liber naturae», forma parte esencialmente de esta sinfonía a varias voces en que se expresa el único Verbo (VD 7). O sea que la preocupación ecológica es algo cristiano y no solamente un tic “franciscano”. Seguía Benedicto XVI escribiendo que “La creación es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvación del hombre (…) Esto nos permite reconocer plenamente los dones preciosos recibidos del Creador: el valor del propio cuerpo, el don de la razón, la libertad y la conciencia” (VD 9).

La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvación” (VD 7), o sea desde Adán y Eva; habla Dios de muchas maneras también a través de l@s no cristian@s.

La Constitución conciliar “Dei verbum” termina diciendo: “Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados, la palabra de Dios se difunda y resplandezca y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres (…) es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is, 40, 8; cf. 1Pe, 1, 23-25)” (DV, 26).

Para Francisco el conocer los evangelios para vivir lo que enseñan es tan importante y necesario que acaba de instituir el “Domingo de la Palabra de Dios”, a celebrar anualmente cada tercer domingo del Tiempo Ordinario y sirva de verdadera ayuda a hacerlo realidad.


Benedicto XVI termina su Exh. Ap. postsinodal diciendo: “Deseo llamar la atención sobre la familiaridad de María con la Palabra de Dios. (…) Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios” (VD 28).

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