lunes, 2 de septiembre de 2019

POR LOS HUMILDES ES GLORIFICADO

A pesar de su condición divina, no hizo alarde



Este domingo 1 de septiembre de 2019, el XXII–C del TO, se escucha el siguiente pasaje narrado por Lucas: “Y sucedió que al entrar él (Jesús) un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos, ellos le estaban observando. Proponía a los invitados una parábola, al notar cómo iban eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto… Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar… “ (Lc 14, 1. 7-14). Es un detalle concreto de vivir la humildad realmente, en la vida ordinaria.

Siglos antes de Cristo, l@s israelitas del Pueblo de Dios del AT habían oído: “Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor hallarás gracia. Pues grande es el poderío del Señor, y por los humildes es glorificado” (Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29). El Dios Creador, Omnipotente, Todopoderoso, se abaja para hacerse hombre; kenosis, llaman los teólogos a este divino abajamiento a lo humano.

Francisco, con la encíclica que quizá inició Benedicto XVI y que completó y publicó, Lumen fidei (29-VI-2013, LF), recordaba nada más inaugurar su pontificado que “la fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad” (Lumen fidei, 14).El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee” (LF 34).

Ya recordaba san Pablo a l@s primer@s cristian@s que Cristo Jesús, “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios” (Phil 2, 6). Todos sus actos humanos son de humildad, en cambio hay seres humanos, creyentes o no, que incluso llegan a pavonear con sus alardes ante los demás aunque “sepan” esconderlo en su cara.

Para integrar en la vida real las reformas conciliares pedidas por el Espíritu Santo para hacer las cosas mejor que nunca a partir del estreno del tercer milenio, se habla de la “nueva evangelización” que “exige una nueva humildad pues el Evangelio no puede prosperar con el orgullo, dijo Mons. Sócrates B. Villegas, arzobispo de Lingayen-Dagupan (Filipinas), en el Sínodo para la “nueva evangelización” de  2012 (…) La evangelización se ha visto perjudicada por la arrogancia de sus mensajeros, que la siguen impidiendo. La jerarquía debe rehuir la arrogancia, la hipocresía y la intolerancia (…) Nuestra misión es proponer humildemente y no imponer con arrogancia.

Juan Pablo II en el CELAM de Puebla
El concepto de “nueva evangelización” surgió durante la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) realizada en Puebla (México) en 1979 y desde entonces lo utilizaba bastante Juan Pablo II y en junio de 2010 Benedicto XVI creó el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, organismo vaticano para alentar este proceso especialmente en Europa y Estados Unidos.

El papa Francisco, ayudando a vivir la humildad entendida dentro de la espiritualidad ecológica que ha de vivir tod@ bautizad@, recoge en la encíclica “verde” Laudato si (LSi) unas palabras del discurso «Global Responsibility and Ecological Sustainability: Closing Remarks», tenido en Estambul el 20 de junio de 2012, que dice que “es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta” (LSi 9).

Cardenal Hummes
Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde por ser Dios pues es manifestación real de humildad de la buena y esa tentación de alardear aparece ante todo ser humano, tanto en las cosas materiales como espirituales. El correcto uso de los bienes (materiales y espirituales) que alguien posee es lo que se llama pobreza (cristiana) que siempre estará en primera fila para todo creyente u hombre de buena voluntad. Se entiende que en el cónclave de 2013, recién elegido al sucesor del emérito Benedicto XVI, el cardenal Hummes musitara a Bergoglio; ¡acuérdate de los pobres! Y Francisco, en su primera aparición en el balcón vaticano para saludar a l@s presentes y a l@s televidentes, exclamara; Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Es la humildad en la vida diaria.

Jesús enseñó que “cuando invites, no invites a quien te puede re-invitar pues la pobreza no es mercantilismo; te doy si tú me devuelves. La pobreza como verdadera virtud está presente en cada acto diario del ser humano y se ejercita junto con las demás virtudes: caridad, justicia, templanza, etc.

Juan Pablo II, entre otros de sus muchos documentos, en la Ex ap postinodal “Iglesia en Asia” (noviembre 1999) dejaba escrito que “en la búsqueda de la promoción de la dignidad humana, la Iglesia demuestra un amor preferencial por los pobres y los que carecen de voz, porque el Señor se identificó con ellos de modo especial (cf. Mt 25, 40). Este amor no excluye a nadie; simplemente encarna una prioridad de servicio atestiguada por toda la tradición cristiana”.

Y en la Ex ap de “Iglesia en América” (enero 1999) ya había recordado lo mismo: “El amor por los pobres ha de ser preferencial, pero no excluyente. Es necesario evangelizar a los dirigentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos”.

Benedicto XVI en su Encíclica Dios es amor (Deus caritas est, XII-2005, DCE) explicaba que “los pobres, se dice, no necesitan obras de caridad, sino de justicia. Las obras de caridad —la limosna— serían en realidad un modo para que los ricos eludan la instauración de la justicia y acallen su conciencia, conservando su propia posición social y despojando a los pobres de sus derechos… Se debe reconocer que en esta argumentación hay algo de verdad” (DCE, 26). Y añadía que “se debe admitir que los representantes de la Iglesia percibieron sólo lentamente que el problema de la estructura justa de la sociedad se planteaba de un modo nuevo” (DCE, 27).

La atención prioritaria y no excluyente a los pobres es, ha sido y será la primera y continua acción de l@s bautizad@s que no es una “manía” actual de los de la “teología de la liberación”. Ya Tomás de Aquino decía que al pasar ante un mendigo, es una “canallada” solamente saludarle y bendecirle sin proveerle de lo que necesite: comida, vestido, etc.

En 1980 Juan Pablo II pidió a la Congregación de la Doctrina de la Fe, entonces presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, que se pronunciara sobre esa teología y la CDF sacó dos instrucciones, Libertatis nuntius, 1984 y Libertatis concientia, 1986.

En la primera Instrucción, Libertatis nuntius, se lee que quiere llamar la atención de pastores, teólogos y de todos los fieles, clérigos y laicos, sobre las desviaciones y riesgos de desviación con ciertas formas de “teología de la liberación” que acuden al pensamiento marxista. Una llamada de atención que de ningún modo quiere desautorizar a lo que es auténtico espíritu evangélico en la «opción preferencial por los pobres» ni pretende servir de pretexto para quienes se atrincheran en una actitud de indiferencia ante los urgentes y trágicos problemas de miseria e injusticia.

Y Libertatis concientia profundiza en los aspectos teológicos de la liberación cristiana.

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