A pesar de su condición divina, no hizo alarde
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Siglos antes de Cristo, l@s
israelitas del Pueblo de Dios del AT habían oído: “Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor hallarás
gracia. Pues grande es el poderío del Señor, y por los humildes es glorificado”
(Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29). El Dios Creador, Omnipotente, Todopoderoso,
se abaja para hacerse hombre; kenosis,
llaman los teólogos a este divino abajamiento a lo humano.
Francisco, con la encíclica que quizá inició Benedicto
XVI y que completó y publicó, Lumen fidei
(29-VI-2013, LF), recordaba nada más inaugurar su pontificado que “la fe es un don gratuito de Dios que exige
la humildad” (Lumen fidei, 14). “El creyente no es arrogante; al
contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es
ella la que le abraza y le posee” (LF 34).
Ya recordaba san Pablo a l@s
primer@s cristian@s que Cristo Jesús, “a
pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios” (Phil
2, 6). Todos sus actos humanos son de humildad, en cambio hay seres humanos,
creyentes o no, que incluso llegan a pavonear con sus alardes ante los demás
aunque “sepan” esconderlo en su cara.
Para
integrar en la vida real las reformas conciliares pedidas por el Espíritu Santo
para hacer las cosas mejor que nunca a partir del estreno del tercer milenio,
se habla de la “nueva evangelización” que “exige
una nueva humildad pues el Evangelio no puede prosperar con el orgullo, dijo Mons. Sócrates B. Villegas, arzobispo de Lingayen-Dagupan
(Filipinas), en el Sínodo para la “nueva evangelización” de 2012 (…) La evangelización se ha visto perjudicada por la arrogancia de sus
mensajeros, que la siguen impidiendo. La jerarquía debe rehuir la arrogancia, la
hipocresía y la intolerancia (…) Nuestra misión es proponer humildemente y no
imponer con arrogancia.
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Juan Pablo II en el CELAM de Puebla |
El
concepto de “nueva evangelización” surgió durante la III Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano (CELAM) realizada en Puebla (México) en 1979 y
desde entonces lo utilizaba bastante Juan Pablo II y en junio de 2010 Benedicto
XVI creó el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, organismo vaticano
para alentar este proceso especialmente en Europa y Estados Unidos.
El papa Francisco, ayudando a vivir la humildad entendida dentro
de la espiritualidad ecológica que ha de vivir tod@ bautizad@, recoge en la
encíclica “verde” Laudato si (LSi) unas
palabras del discurso «Global Responsibility and
Ecological Sustainability: Closing Remarks», tenido en Estambul el 20 de junio
de 2012, que dice que “es nuestra humilde
convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle
contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último
grano de polvo de nuestro planeta” (LSi 9).
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Cardenal Hummes |
Cristo, a pesar de su
condición divina no hizo alarde por ser Dios pues es manifestación real de
humildad de la buena y esa tentación de alardear aparece ante todo ser
humano, tanto en las cosas materiales como espirituales. El correcto uso de los
bienes (materiales y espirituales) que alguien posee es lo que se llama pobreza
(cristiana) que siempre estará en primera fila para todo creyente u hombre de
buena voluntad. Se entiende que en el cónclave de 2013, recién elegido al
sucesor del emérito Benedicto XVI, el
cardenal Hummes musitara a Bergoglio; ¡acuérdate de los pobres! Y Francisco,
en su primera aparición en el balcón vaticano para saludar a l@s presentes y a
l@s televidentes, exclamara; Quiero una
Iglesia pobre para los pobres. Es la humildad en la vida diaria.
Jesús
enseñó que “cuando invites, no invites a quien te puede re-invitar pues la
pobreza no es mercantilismo; te doy si tú me devuelves. La pobreza como
verdadera virtud está presente en cada acto diario del ser humano y se ejercita
junto con las demás virtudes: caridad, justicia, templanza, etc.
Juan Pablo II, entre otros de
sus muchos documentos, en la Ex ap postinodal “Iglesia en Asia” (noviembre 1999) dejaba escrito que “en la búsqueda de la promoción de la
dignidad humana, la Iglesia demuestra un amor preferencial por los pobres y los
que carecen de voz, porque el Señor se identificó con ellos de modo especial
(cf. Mt 25, 40). Este amor no
excluye a nadie; simplemente encarna una prioridad de servicio atestiguada por
toda la tradición cristiana”.
Y en la Ex ap de “Iglesia en América” (enero 1999) ya
había recordado lo mismo: “El amor por
los pobres ha de ser preferencial, pero no excluyente. Es necesario evangelizar
a los dirigentes, hombres y mujeres, con renovado ardor y nuevos métodos”.
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La
atención prioritaria y no excluyente a los pobres es, ha sido y será la primera
y continua acción de l@s bautizad@s que no es una “manía” actual de los de la
“teología de la liberación”. Ya Tomás de Aquino decía que al pasar ante un
mendigo, es una “canallada” solamente saludarle y bendecirle sin proveerle de
lo que necesite: comida, vestido, etc.
En
1980 Juan Pablo II pidió a la Congregación de la Doctrina de la Fe, entonces
presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, que se pronunciara sobre esa
teología y la CDF sacó dos instrucciones, Libertatis
nuntius, 1984 y Libertatis concientia,
1986.
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Y
Libertatis concientia profundiza en
los aspectos teológicos de la liberación cristiana.
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