Teología
de la Liberación (de la buena)

Ese
reconciliar es la Redención que es el arreglo, tanto de lo
material estropeado pues es el cuerpo lo que muere y será
resucitado. También el alma aunque es inmortal por ser espiritual requiere
también arreglo pues hay que sanarla perdonando defectos, errores,
pecados u omisiones.
El
arreglo que hace el Redentor es reconciliar el mundo y, como ya se sabía en el
Antiguo Testamento, es poder saborear frutos y manjares. Nos lo
cuenta Josué, sucesor de Moisés y quien introdujo al Pueblo de Dios
en la tierra prometida. “Los israelitas acamparon en Guilgal y
celebraron allí la Pascua (…) Al día siguiente de la Pascua
comieron ya de los productos del país: panes ázimos y espigas
tostadas (…) empezaron a comer los productos del país” (Jos
5, 9. 10-12). ¿Celebrar la Pascua y comer es lo que Dios quiere? Cada ser humano está para alcanzar el premio del
banquete celestial y para lograrlo, aunque es un don y no un premio merecido,
Jesús instituye el banquete eucarístico.
Es
“chocante” lo que narra Lucas en la parábola llamada del hijo
pródigo que pronunció el propio Cristo porque “los fariseos y
los escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come
con ellos”. Aun no ha llegado el hijo pródigo y su padre sale
corriendo a su encuentro, no le espera con cara de perro para echarla
un rapapolvo, sino que “dijo a sus criados: Pronto,
sacad el mejor traje (…) traed el ternero cebado y matadlo, y vamos
a celebrarlo con un banquete (...) Y se pusieron a celebrarlo”
(Lc 15, 20-24). Otra comidita en los planes divinos.

Se
encarnó el Verbo para enseñarnos a estar en este mundo para lo que
Dios creador nos puso y por eso el papa Francisco viene señalando
que la vida religiosa del cristiano no debe caer en la situación
traicionera de ser un abuso excluyente y exclusivo de la praxis
sacramental olvidando la dimensión social material de dar de comer
al hambriento, visitar al encarcelado, etc.
también
Benedicto XVI en “Caritas in veritate”, dedica el cap 1
(nn 21 a 30) a un aspecto terrenal, al desarrollo humano, diciendo
que “Pablo VI tenía una visión articulada del
desarrollo (…) que los pueblos salieran del hambre, la
miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo (…) nos
preguntamos hasta qué punto se han cumplido las expectativas de
Pablo VI (…)
los efectos perniciosos sobre la economía real de una actividad
financiera mal utilizada y en buena parte especulativa, los
imponentes flujos migratorios, frecuentemente provocados y después
no gestionados adecuadamente, o la explotación sin reglas de los
recursos de la tierra, nos induce hoy a reflexionar (n. 21). El
cristiano debe reflexionar para encontrar soluciones para la vida
humana y no mirar el cielo para no ver lo que ocurre aquí en la
tierra.
En
otra página recoge y glosa consideraciones de su antecesor Juan
Pablo II que le hacen clamar que “en las zonas más pobres,
algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y
consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones
persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo «el
escándalo de las disparidades hirientes». Lamentablemente, hay
corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos
económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos,
como en los países pobres” (n. 22 ).
Cabe
que algún@ se pregunte incluso en voz alta: ¿Eso es el Evangelio? y
el Papa Ratzinger le contesta al empezar esa encíclica que
“Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas”
(n. 1).
Y
un poco más adelante sigue recordando que hay que “comprender
que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un
elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena
sociedad y un verdadero desarrollo humano integral” (n. 4).
Todos
conocemos el “mandato” del Creador para el hombre que es crecer,
multiplicarse y dominar la tierra (cf Gen 1, 28). Por eso dice
Benedicto XVI que “se ama al prójimo tanto más eficazmente,
cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus
necesidades reales” (n. 7).
Pero
la Iglesia “no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no
pretende «de ninguna manera mezclarse en la política de los
Estados». No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en
todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del
hombre, de su dignidad y de su vocación” (n. 9).

En
1984 la CDF sacó Libertatis
nuntius
que empieza diciendo que “El
Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de
liberación. En los últimos años esta verdad esencial ha sido
objeto de reflexión por parte de los teólogos, con una nueva
atención rica de promesas”.
Sigue
diciendo que “La
poderosa y casi irresistible aspiración de los pueblos a una
liberación
constituye
uno de los principales
signos
de los tiempos
que
la Iglesia debe discernir e interpretar a la luz del Evangelio”
(n. 1).
En
1986 sacó el 2º documento titulado Libertatis
conscientia
donde, al
reconocer la importancia de una auténtica solidaridad con los
pobres, ofrece las bases para una ortodoxa doctrina social. Para ello
describe la naturaleza de la liberación, como tema esencial de la
teología y de la fe judeo-cristiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario