Esperar el encuentro con
Dios
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Decía el profeta Jeremías: "mirad que vienen días (…) en aquellos días" ( Jer 33, 14-16). Sabemos que
ya vino hace 2018 años y volverá aunque no sepamos cuándo. Mientras hay que
irse preparando cada vez mejor y sirve muy bien lo que dice san Pablo: “hermanos, os rogamos y os exhortamos en el
Señor Jesús a que progreséis cada vez más (…) del comportamiento debido para
agradar al Señor” (1Tes 3, 12 - 4, 2).
Del Evangelio del día
escuchamos palabras del mismo Jesús: “Vigilad
(…) para que vuestros corazones no estén ofuscados (…) y no sobrevenga aquel
día de improviso sobre vosotros (…)
Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis (…) estar en pie
delante del Hijo del Hombre” (Lc 21, 25-36).
"El Evangelio
–nos recordó Benedicto XVI- no es
solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación
que comporta hechos y cambia la vida (…) Quien tiene esperanza vive de otra
manera (…) Es el momento de preguntarnos ahora de manera explícita: la fe
cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y
sostiene nuestra vida?" (Spe salvi).
Francisco nos recuerda lo
mismo, que tenemos que “dejarnos sorprender
por Dios y no depender de nuestras seguridades porque el Señor viene a la hora
menos pensada”. Dijo Jesús a sus discípulos: "Velad y estad preparados,
porque no sabéis cuándo llegará el momento” (Mc 13, 33-37).
Juan Pablo II, en una catequesis
(28-XI-1978) decía que “estamos tan
familiarizados con la palabra “adviento· que a lo mejor no captamos toda la
riqueza que encierra”.
No sólo cada Navidad ha de ser un nuevo especial
encuentro con Dios pues podemos encontrarlo a diario, en cada hora del día, en
cada lugar en que estemos, no solo en el sagrario; entre los pucheros anda
Dios, decía la santa de Ávila. Y sobre todo está identificado en cada ser
humano que nos cruzamos en el camino de la vida; “cada vez que lo hacíais
con uno de estos más pequeños, lo hacíais conmigo” dijo Jesús.
Es Dios mismo quien toma la iniciativa del encuentro y nos lo recordaba el Papa polaco: “En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca (...) Si Dios va en busca del hombre, creado a su imagen y semejanza, lo hace porque lo ama eternamente en el Verbo y en Cristo lo quiere elevar a la dignidad de hijo adoptivo (Tertio milennio adveniente, 7).
Es Dios mismo quien toma la iniciativa del encuentro y nos lo recordaba el Papa polaco: “En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca (...) Si Dios va en busca del hombre, creado a su imagen y semejanza, lo hace porque lo ama eternamente en el Verbo y en Cristo lo quiere elevar a la dignidad de hijo adoptivo (Tertio milennio adveniente, 7).
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Adviento son 4 semanas
previas a Navidad en las que fomentamos crecer en esperanza (que es lo último que se pierde). Benedicto
XVI escribió una encíclica entera para ir meditando el tema: «SPE SALVI
facti sumus». Se trata de fomentar tanto la esperanza sobrenatural como la humana
en la que se apoya y a la que sana pues está herida por el pecado. El Verbo no
se hizo hombre para destruir lo humano, lo terrenal y montar aquí el cielo.
Esperar es algo muy humano. Cuatro
siglos antes de Cristo ya decía Aristóteles (+322 aC) que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”. “Por muy larga que sea la tormenta, el sol
siempre vuelve a brillar entre las nubes” dejó dicho Khalil Gibran (+1931
de cáncer hepático con 48 años) libanés.
En Adviento fomentamos la esperanza en la venida de
Dios pero también hay que caer en la cuenta que Dios vive su adviento con cada
uno de nosotros. Ya Rabindranath Tagore (+1941 con 80 años), filósofo y escritor indio, dijo que “cada
criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la
esperanza en los hombres”.
Dios
nos están esperando pero también la humanidad espera (de alguna manera) a los
cristianos y por eso se agradece a Juan Pablo II que nos ayudara a plantearnos: “¿no está este mundo de los viajes cósmicos, de
la energía atómica, de las conquistas científicas “gimiendo y sufriendo” como
en los dolores del parto y están esperando la manifestación de los hijos de
Dios? (Rom 8,19. 22)” (RH, 8).
El papa
Francisco recuerda a su modo que “un evangelizador no debería tener
permanentemente cara de funeral. Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con
angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través
de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos” (EvG, 10).
El Papa
argentino no es original ya que lógicamente Juan Pablo II tenía también la idea
clara: “Hacer de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión: éste –dijo en 2001- es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que
comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las
profundas esperanzas del mundo” (NMI, 43).
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También Juan
Pablo II pidió al estrenar el nuevo tercer milenio: “¡Caminemos con esperanza! (…) tener el mismo entusiasmo de los
cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del
mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir
animados por la esperanza «que no defrauda» (Rom 5, 5)” (NMI, 58).
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